Para la construcción de las calzadas romanas, lo primero era delimitar la anchura con dos zanjas que transcurrían paralelas. El siguiente paso era rellenar el suelo con una capa de piedra en bruto y después con otra de grava y arena. Por último, se cubría la superficie con un revestimiento de piedra o losa. Una vez construida se utilizaban los miliarios para marcar las distancias. El sistema de calzadas romano es el antecedente de nuestro actual sistema de carreteras.
El recorrido de poco más de tres kilómetros Alcornocales se encuentra situada en el valle fluvial formado por las sierras del Benalfil y Aguas nuevas, atravesadas por el arroyo Seco del acuífero del Caíllo en Benaocaz, en el Parque Natural Sierra de Grazalema, comienza frente a la marquesina de autobuses de Benaocaz, desde allí se puede observar el contorno de la Sierra de la Silla y hacia el Sur, el Aljibe y el Picacho, ambos en el cercano Parque Natural Los Antes de llegar al lugar donde se debió ubicar la desparecida población de Archite se atraviesa un hermoso acebuchal. En el límite entre las dos localidades se encuentra “la Cabeza de Toro,” se trata de una silueta de perfil de una cabeza de toro pintada sobre la roca caliza ante la cual es típico pararse para arrojar tres piedras, si tenemos la habilidad de acertar tal blanco, se dice que se cumple un deseo. Poco antes de llegar a Ubrique podemos ver los restos de la ciudad romana de Ocuri, del siglo II a.C., situada en el pequeño macizo que al poco de empezar a andar podremos ver a nuestra izquierda, en el alto conocido como el Salto de la Mora, a 609 m. El yacimiento de Ocuri se encuentra rodeado por una formidable muralla y cuenta con importantes obras de infraestructuras como depósitos de agua y conducciones, restos de baños públicos (termas), casas, el foro y el columbario y desde él se divisaba todo el paso que albergaba esta calzada romana de Sur a Norte hasta la Manga de Villaluenga
LEYENDAS DE LA CABEZA DE TORO
La más aceptada es la que sitúa el origen de la tradición una disputa entre ubriqueños y benaocaceños. Su originen se establece cuando los ubriqueños un 3 de febrero (celebraban las fiestas al santo) pretendieron robar a los benaocaceños la talla de San Blas con intención de casar la imagen con la Virgen de los Remedios, patrona de Ubrique. Al no poder realizar el rapto los ubriqueños huyeron con el toro que servía de entretenimiento en las fiestas siendo seguidos por los vecinos de Benaocaz que los alcanzaron en la citada zona y donde dieron muerte al toro y se dio la batalla de piedras. Para recordar aquel día se pintó una cabeza de toro en la roca. Se puede observar el gran deterioro de la calzada en ese punto al ser una de las fuentes de las numerosas piedras que hay en la base de la cabeza de toro. Otra versión dice que si se arroja una piedra desde la calzada y se da en el punto exacto se abrirá el macizo y brotará un torrente de agua.
Otras versiones: Hace muchos
años, en la época de los árabes, se contaba una historia que ha llegado a
nuestros días: Subiendo por la Calzada Romana hacia Benaocaz nos encontramos
con una Cabeza de Toro pintada en una piedra, y cuenta la leyenda que la gente
decía: “Enfrente del Toro está el tesoro”. Todo el mundo empezó a excavar por
todos los sitios, pero nadie lo encontró. Un hombre, harto de hacer agujeros
aquí y allá tiró su herramienta dándole al tesoro (que estaba en el toro). Ha
quedado como tradición que todos los que pasen por allí le tiran piedras al
toro, por si quedan más tesoros.
Otra leyenda cuenta que un día la
camarera (o "santera") de San Blas no podía ver al Santo en el altar
de la ermita. Como no lo encontraba, tocó las campanas dando la alarma y las
gentes del pueblo acudieron a la ermita a ver lo que sucedía. Todo devoto que
lo buscaba no podía verlo, hasta que San Blas regresó a su lugar. Poco tiempo
después llegaron a Benaocaz un grupo de marineros que iban visitando las
distintas imágenes de San Blas que se conocían. Cuando vieron al San Blas de
Benaocaz reconocieron en él al que se les había aparecido durante el naufragio
que habían sufrido y del que se habían salvado de morir ahogados.
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