El Vértice de Anayet2555 m, es una montaña del Pirineo Aragonés de 2.555 metros de altitud. Se accede desde los ibones de Anayet, a 2.227 metros, a los que se puede llegar bien desde Candanchú a través de la Canal Roya o bien desde Formigal.
El inicio del recorrido lo realizaremos desde en la estación de esquí de Formigal en el Valle de Tena, cuando la estación cierra se debe acceder desde el Corral de las Mulas. La travesía discurre por el barranco de Culibillas, por el que transcurre un riachuelo que desemboca en el río Gállego. tiene como premio el collado final del mismo nombre que depara una de las visiones más bellas del Pirineo, la de los Ibones de Anayet con el Midid’Osseau de fondo. Cruzaremos la llanura para ascender al collado de Anayet, que es la divisoria de las dos cimas (2405 m.), Anayet (se accede por la derecha) y vértice de Anayet girando a la izquierda y recorrer los metros finales por una cresta panorámica con vistas a la Sierra de la Partacua con el Pico Collarada entre otros, la zona de Astún y Candanchú con el pico Aspe y las brillantes “marmoledas” de los Picos del Infierno. La bajada se puede hacer por el mismo sitio, o bien desde donde está situado el vertice geodésico mirando al Anayet a la derecha.
La leyenda de
Culivillas
Al parecer, en este
lugar vivían los dioses Anayet y Arafita. Eran los más pobres de la montaña,
pero tenían el mayor tesoro posible: su hija Culivillas. Era una niña
muy buena y muy guapa que se dedicada en cuerpo y alma a cuidar de los
animales. De hecho, sus mejores amigas eran
las formigas (hormigas en aragonés) que eran de un curioso color
blanco.
Un día, la paz que
reinaba en esta zona se truncó cuando el poderoso dios Balaitus se enamoró de
Culivillas. La niña lo rechazó y el dios prometió raptarla.
Entonces, Culivillas gritó: “¡A mí las formigas!”. Millones de
hormigas blancas acudieron a ayudarla cubriéndola de pies a cabeza, ante tal
situación, Balaitus huyó espantado. En agradecimiento, la niña se clavó un
puñal en el pecho para que todas ellas entraran y así guardarlas junto a su
corazón para siempre. Desde ese día, no han vuelto a verse hormigas
blancas por la zona de Formigal (que recibe este nombre, por las
hormigas).