BASÍLICA DE LOS CUATRO SANTOS CORONADOS
Esta iglesia formaba parte durante la Edad Media de la fortaleza que protegía el Palacio Laterano contra los ataques armados -siempre posibles- de las familias nobles romanas desde el Palatino y el Coliseo. Sobre la iglesia original (S.IV), el Papa León IV (847-855) construyó otra que duró hasta 1084, año en que fue reducida a ruinas por la tropas normandas. Pascual II (1099-1118) construyó una iglesia mucho más pequeña, más corta y sin naves laterales. La iglesia está dedicada a cuatro soldados romanos (Severo, Severiano, Capoforo y Vittorino) que fueron martirizados por negarse a adorar la estatua de Esculapio. Una lista de mártires elaborada por el Papa León IV dice que sus restos fueron colocados en la Cripta, junto con los de otros cinco escultores, igualmente martirizados por negarse a esculpir la estatua. Por esta razón la iglesia es muy visitada por canteros y marmolistas. El interior de la iglesia corresponde exclusivamente al ancho de la construcción original, por lo que el ábside da la impresión de ser anormalmente grande. Las columnas que separaban la nave central de las laterales son añadidos posteriores. La decoración de estuco del ábside corresponde al S.XVII, y representa a los dos grupos de mártires. Vale la pena visitar el Claustro románico, ambiente agradabilísimo que data del S.XIII. Para entrar se debe llamar en la puerta que está en el lado izquierdo de la nave. Destacan las columnas y sus capiteles, que son probablemente el primer ejemplo de decoración con hojas de nenúfar; en el centro se encuentra el labrum, fuente para las abluciones, de Pascual II (S.XI-XII); alrededor, restos de una capilla del S.IX; más adelante, la triabsidal Capilla de Santa Bárbara (S.IX), con unas repisas del S.IV o V, y restos de frescos de la alta Edad Media. Es costumbre dejar una limosna a las religiosas. Saliendo de la iglesia, a la izquierda se encuentra la portería del convento, que conserva en la pared restos de un curioso calendario litúrgico del S.XIII. En el torno se pide la llave (y se deja una limosna), si se desea entrar en el Oratorio de San Silvestre, decorado por interesantísimos frescos de 1246, de un estilo que evoca por su ingenuidad al naif del S.XX, de Cristo, flanqueado por la Santísima Virgen, San Juan Bautista y los Apóstoles. Abajo se ilustra la historia del Papa San Silvestre, el emperador Constantino leproso, su curación por el Papa, su bautismo, y la entrada del Papa en Roma con el emperador.
BASÍLICA DE SANTA MARÍA EN ARACOELI
La Basílica de Santa María en Aracoeli se encuentra situada junto al monumento a Víctor Manuel II, en la cima más alta de la colina Capitolina. La Basílica de Santa María en Aracoeli es conocida por albergar una figura de madera del Niño Jesús de la que se dice que es milagrosa.
Esta iglesia, una de las primeras dedicadas a Santa María, fue construida entre el S.IV y el VII, sobre una antigua abadía bizantina, en el lugar que según la leyenda, la Sibila había anunciado a Augusto quién sería su sucesor: un niño hebreo, Rey del Cielo. En ese mismo lugar, Augusto erigió un altar, y entre el S.IV y VII se levantó un monasterio y la iglesia.
El aspecto actual de la iglesia es fruto de la reconstrucción románico-gótica realizada a principios del S.XIII. Fue abadía benedictina en el S.X y pasó a los franciscanos en 1250. Durante la época medieval, la basílica fue una especie de foro o centro político administrativo, donde se tenían las reuniones y debates de las asambleas populares (en aquel momento se vio la posibilidad de organizar un Ayuntamiento libre). En Santa Maria d' Aracoeli se celebró el triunfo de Marco Antonio Colonna en la batalla de Lepanto (1571); como recuerdo se cubrió de oro el espléndido techo que recorre toda la nave. También hoy se celebran solemnes ceremonias religiosas de carácter oficial. En 1797, durante el periodo de la República, llegaron malos tiempos para la basílica, que fue convertida en un establo.
Descripción
Se accede a la fachada a través de una de las más sugestivas escalinatas de Roma, la escalera Aracoeli, con 122 peldaños de mármol fue construida en 1348 para celebrar el fin de la epidemia de peste, como recuerda una lápida a la izquierda de la entrada principal.
Se tiene la creencia de que todo aquél que ascienda de rodillas por las escaleras será premiado en el sorteo de la lotería nacional.
El interior
El interior de la iglesia, vasto e imponente, conserva todavía gran parte de su estructura original. Está dividida en tres naves, separadas por 22 columnas procedentes de diversos edificios de época romana. Bajo el pavimento cosmatesco (fines del s.XIII), se hallan sepulcros de los s.III y IV; el techo, con símbolos navales, conmemora la victoria de Lepanto, en la que los cristianos resultaron vencedores sobre los turcos. En la parte alta de la contrafachada se puede apreciar la enorme inscripción de Urbano VIII sostenida por dos virtudes, de la escuela de Bernini; y en la parte derecha, sobre el muro, la piedra sepulcral del archidiácono Giovanni Crivelli, obra de Donatello. En el pavimento, sobre la tercera columna de la izquierda, se encuentra la inscripción: cubículo de los Augustos atravesada por un agujero inclinado que probablemente servía para las observaciones celestes; sobre la siguiente columna, un fresco de influencia sienesa de la Virgen Refugium Peccatorum (S.XV); delante, la tumba del Magister Aldus, constructor de la Iglesia.
En las naves laterales destaca la Capilla Bufalini con la historia de San Bernardo, decorada con espléndidos frescos de Pinturicchio (1486).
En el altar mayor, barroco, destaca una antigua imagen bizantina de la Virgen (s.X). Al centro del transepto izquierdo[7], la Capilla de Santa Elena, elegante construcción de 1605. En el interior del altar se halla una magnífica urna de pórfido que contiene los restos de Santa Elena; sobre la urna, un poco más abajo del actual pavimento, se encuentra la Aparición de la Virgen a Augusto, un altar cosmatesco de finales del s.XIII colocado sobre el ara que -según leyenda- mandó construir el propio Augusto, después de la aparición de la profetisa.
En una capilla al lado de la sacristía, se conserva el famoso Santo Bambino (el Niño Jesús), de la que se dice que tiene el poder de resucitar a los muertos, muy popular y venerado en Roma; se trata de una escultura realizada con madera de olivo del Getsemaní a finales del s.XIII, revestida según la costumbre de la época para los recién nacidos, y adornada con exvotos. Fue robada en 1994 y no pudo ser recuperada, por lo que en la actualidad la sustituye una réplica. Junto a la venerada imagen, muestras de la devoción de siglos, que van desde las cartas que niños de todo el mundo escriben al Niño Jesús, hasta el sermón de la Navidad que unos pocos personajes escenifican delante del pesebre y un Gloria de rica tradición romana.
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