viernes, 14 de febrero de 2025

BORAU, HUESCA

Es un municipio oscense de la Jacetania que se encuentra en el Valle del Aragón, sobre el cauce del río Lubierre, teniendo categoría de Villa. Está situado a 1.008 metros de altitud entre el Valle del Aragón (separada de él por la Sierra de Angelé y la punta de Grosín) y el de Aísa, lo atraviesa el río Lubierre, afluente del Aragón. El término municipal de Borau linda por el norte con los de Canfranc y Aísa, por el este con Villanúa y Castiello de Jaca, por el sur con Jaca y por el oeste con Aísa.

En la entrada del pueblo se levanta el edificio de las antiguas escuelas construido en 1928, es un exponente único de la arquitectura civil pirenaica. Sus calles angostas, empedradas y llenas de detalles, su iglesia del siglo XVI, los tejados de pizarra y las chimeneas pirenaicas lo convierten en uno de los núcleos mejor conservados del valle del Aragón.










Sus calles angostas y empedradas, con la iglesia vigilando desde lo alto, los tejados de pizarra y las chimeneas de sus casas hacen de Borau uno de los pueblos mejor conservados del valle del Aragón.

Entre las festividades destacan las fiestas patronales en honor a San Clemente, que se celebran en noviembre, y donde se pueden disfrutar de danzas, música tradicional y deliciosas muestras de gastronomía local.

Ermita del Pilar





Iglesia de Santa Eulalia

Aunque pudo existir un templo románico -del que quedaría como único testimonio un tímpano con un crismón embutido en el muro Norte del presbiterio-, la actual iglesia parroquial obedece al proyecto constructivo que (en la segunda mitad del siglo xvi) probablemente realizara el maestro constructor Juan de Landerri, autor de la capilla de la Santísima Trinidad de la catedral de Jaca y del claustro de las benedictinas de esta misma ciudad. La iglesia presenta planta de una sola nave de amplias dimensiones, con coro alto a los pies, y se cierra al Este mediante un ábside poligonal de tres lados reforzado con contrafuertes en los ángulos.

En el tramo inmediato al presbiterio se proyectó la apertura de dos pequeñas capillas laterales, con la intención de dibujar una aparente cruz latina. De estas capillas sólo se conserva la del lado Sur sobre la que asienta la torre. En el lado Sur del último tramo se abre una sencilla portada clasicista cobijada por un pequeño pórtico. A pesar de que la capilla lateral se aboveda con crucería estrellada y de que existen los arranques de otras bóvedas de crucería, el sistema de cubiertas que existe en la actualidad revela que o bien no pudieron voltearse entonces o bien se vinieron a tierra en un momento indeterminado (lo que ha obligado a utilizar un cielo raso en el tramo de los pies, una sencilla bóveda de arista en el central y a organizar la cabecera en dos pequeños tramos uno de cañón con lunetos y otro trapezoidal en el ábside cubierto con bóveda arista).

El retablo mayor está dedicado a Santa Eulalia y es obra contratada en 1568 por Leonardo de Labárzana y su hijo Lope, concluyéndose hacia 1571. Estructuralmente obedece al modelo de retablo de entrecalles definido en tierras aragonesas ya a mediados del siglo XVI, lo que obliga a considerarlo una obra arcaizante. Consta de sotabanco, banco, dos cuerpos y áticos. El sotabanco presenta paneles con decoración en relieve con motivos vegetales y bustos de perfil. El banco tiene esculturas sedentes de los cuatro Evangelistas y en los extremos las de San Jerónimo y San Victorián. En el primer cuerpo se encuentran las tallas de distintos santos presididas por la de Santa Eulalia. En el segundo cuerpo se hallan otras imágenes presididas por un medallón con la Virgen y el Niño. Por último, en el ático figura el tradicional Calvario.

Otra pieza debida a los mismos escultores es el retablo de San Pedro, cuya imagen titular se halla actualmente sobre el tabernáculo del retablo mayor. Consta de banco, un cuerpo articulado en tres calles y ático, ocupando las calles laterales del cuerpo las imágenes de San Miguel, (según el modelo utilizado por el florentino Juan Moreto en el retablo Lasala de la catedral de Jaca), y la de San Antonio de Padua.

A los pies se ubica el coro cerrado con un antepecho de madera que hay que relacionar con los de otras parroquiales de la comarca como las de Santa Ana de Mianos, San Miguel de Lorbés y San Pedro de Sinués. Es obra de la segunda mitad del siglo XVI.

La iglesia conserva también varias obras barrocas: El retablo de la Inmaculada, fechado en 1692, El retablo de la Virgen del Rosario, obra del siglo XVIII y un Crucificado del siglo XVII de considerable calidad.





Ermita de San Adrián de Sásave

Fue declarada Bien de interés cultural en 2004

Se trata del último vestigio de un monasterio de mayores dimensiones que en el siglo X llegó a ser sede episcopal de Aragón. Fue uno de los monasterios más importantes de la Alta Edad Media, aunque actualmente sólo queda una iglesia rodeada por los torrentes de los barrancos de Cáncil y Lupán.

Las teorías sobre Sasabe son variadas pero la que mayor relevancia ha adquirido con el paso del tiempo es la que defendía el Padre Ramón de Huesca en el siglo XIX. Según ésta, San Adrián fue un cenobio visigótico en el que se refugiaron los obispos de Huesca en su huida de la invasión árabe. Con ellos se llevaron el Santo Grial, lo que explica buena parte de la gran trascendencia histórica del monasterio entre la cristiandad. De hecho, parece claro que el cenobio fue sede de los obispos de Aragón a partir del siglo X y hasta que se creó la sede de Jaca en 1077.

Descripción

Se encuentra situado en la intersección de dos barrancos: el Calcil y el Lupán, que originan con su fusión el río Lubierre, afluente por la derecha del río Aragón entre los lugares de Abay y Ascara.

San Adrián de Sasabe es un templo sencillo, de techos altos y una sola nave rectangular con presbítero, rematada en ábside semicircular orientado de forma canónica cubierto por una bóveda de cuarto de esfera al este. El interior es extremadamente adusto. El único adorno de los muros es una imposta volada.

La piedra en forma de gruesos sillares es la base de la construcción, que en su exterior también es sobrio, aunque con detalles decorativos de mucho interés gracias a la mixtura entre la tradición lombarda y las innovaciones desarrolladas en Jaca. En el ábside aparece la característica franja de arquillos ciegos del románico lombardo, o el ajedrezado jaqués en la arquivolta de la portada lateral.









La gran altura de la nave, que no aparenta al exterior tanto al estar todavía soterrados los últimos metros de la misma, así como la portada occidental ofrece numerosas influencias del arte románico jaqués y características que recuerdan a la cercana ermita de Santa María de Iguácel, sí bien aquella es de mayor antigüedad en su obra original.

Aquí el templo transmite la sensación de que puede haber sido edificado en una única campaña sobre otro preexistente, con dimensiones aúlicas al modo de Iguácel, pero con hechura de sillares ya de un primer momento jaqués y no con aparejo de sillarejo lombardista, como se inició Jaca, por ejemplo

La cimentación del templo se realizó a base de puntales de madera soterrada. Hecho que hubo de ser tenido muy en cuenta a la hora de drenar el perímetro de la iglesia para liberarla de su aspecto de "piscina cubierta" dado que, si el nivel freático descendiera por debajo de los cimientos de madera, se resecarían y colapsarían provocando la ruina del edificio.

Al igual que Iguácel, cuenta con una segunda portada hacia la parte delantera del muro sur y una torre adosada a su costado norte comunicada con la nave. Ambas portadas se hallan parcialmente bajo el nivel del actual terreno y para acceder a ellas se construyeron unas cajas de escalera pétrea con sus correspondientes peldaños. En un sillar cercano a la portada sur, un poco hacia poniente, hallamos la inscripción que recuerda que en este lugar descansan los restos de tres obispos de Aragón: "HIC REQVIESCVNT TRES EPISCOPI".

La fachada de poniente aloja en cuerpo adelantado la bella portada jaquesa con una pareja de interesantes capiteles que veremos más adelante

En la década de 1980, San Adrián de Sasabe se sometió a una profunda restauración, que se ha completado con otra intervención realizada a inicios de este siglo. 

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