viernes, 23 de agosto de 2024

ROMA (XXI): BASÍLICA DE SAN PIETRO IN VINCOLI Y DOMUS AUREA

BASÍLICA DE SAN PIETRO IN VINCOLI

La iglesia se encuentra cerca del Coliseo romano, y se puede acceder desde la Via Cavour que baja desde la Estación Termini hasta el Foro romano. A la altura del número 213 se encuentran unas escaleras que conducen a un pasaje por donde llegas a la plaza de San Pietro in Vincoli. Es originaria del siglo V con una última reforma del XIX. La Basílica de San Pietro in Vincoli (San Pedro Encadenado) fue construida en el siglo V para albergar las cadenas con las que San Pedro fue encarcelado en Jerusalén. La iglesia también es conocida por su famosa escultura del Moisés de Miguel Ángel.


Los orígenes del templo

En el 436, la emperatriz Eudoxia, que era mujer del emperador de Oriente, recibió como regalo de Juvenal, Obispo de Jerusalén, las cadenas que se habían usado cuando San Pedro estuvo en prisión. La emperatriz conservó una parte de esta reliquia en una espléndida basílica construida a este propósito, y envió la otra a Roma, como regalo para su hija Eudosia, esposa del emperador Valentiniano III. Esta, a su vez, la entregó al Papa San León Magno. Cuenta la tradición que el Papa colocó esa cadena junto a otra, que sirvió para tener prisionero al Apóstol en la Cárcel Mamertina de Roma, durante la época de Nerón. Cuando lo hizo, las dos cadenas se juntaron, de modo que formaron una sola. En memoria de este prodigio, y en honor del Apóstol Pedro, la emperatriz Eudosia edificó la actual Basílica, en la cual fueron depositadas las cadenas, que por este motivo se llamó Basílica eudosiana de San Pietro in Vincoli (en cadenas).

La Basílica fue construida sobre una Domus Ecclesiae del S.III y sobre las estructuras de una basílica del S.IV, dedicada a los Santos Apóstoles, que había sido reconstruida por el predecesor de San León Magno, Sixto III, con ayuda de la misma Eudosia. Posteriormente se llevaron a cabo diversas obras de restauración y decoración, la más importante es obra de Fontana, en el S.XVIII. Durante unas recientes excavaciones (1956-59) realizadas para rehacer el suelo, se descubrieron los restos de las construcciones precedentes -las más antiguas del S.II antes de Cristo- que en parte se pueden visitar (se puede pedir permiso para entrar; la entrada está bajo el pórtico a la derecha; si se entra, es conveniente solicitar guía).

La fachada está precedida por un elegante pórtico de cinco arcadas con pilastras octogonales, que se terminó en 1475. El amplio interior está dividido en tres naves por dos filas de columnas dóricas de mármol de solemne austeridad. La decoración interior medieval fue modificada en los S.XVII y XVIII. A la izquierda de la puerta principal se encuentra la tumba de Antonio y Piero del Pollaiuolo, famosos escultores florentinos del Renacimiento.

En el interior

El altar mayor y el baldaquino son de Vespignani (1872). Abajo, la Confesión, del mismo autor, bajo el Altar Mayor se encuentra el relicario en el que se guardan las cadenas de San Pedro, el elemento más importante de la iglesia, abriendo las dos ventanillas de bronce dorado con Escenas de la vida de San Pedro en bajorrelieve, atribuidas a Caradosso (1477) del relicario, se pueden ver en su interior la urna de bronce dorado (1856) que contiene las cadenas de San Pedro.








En la Cripta bajo el altar se encuentra un sarcófago paleocristiano, que fue descubierto en el S.XIX, dividido en siete compartimentos interiores, en los que había algunos fragmentos de huesos y ceniza. Dos laminillas de plomo con inscripciones confirmaban (ya se tenía alguna noticia) que eran las reliquias de los siete hermanos Macabeos, martirio que se relata en el Antiguo Testamento.

Desde el punto de vista artístico, lo más sobresaliente es el Mausoleo del Papa Julio II monumento que ocasionó el encuentro de dos de las personalidades descollantes del Renacimiento: Julio II y Miguel Ángel. En 1505 el Papa mandó venir a Miguel Ángel desde Florencia, para realizar el proyecto de su tumba, que pensaba colocar en el centro de la Basílica de San Pedro. Miguel Ángel pasó varios meses en Carrara, eligiendo el mármol para la obra monumental del mausoleo de su mecenas; el programa original comprendía unas cuarenta estatuas, numerosos bajorrelieves en bronce, y el sarcófago. Posteriormente, por diversos motivos, el proyecto se redujo y después de la muerte del Pontífice fue perdiendo actualidad. Terminaron de arrinconarlo los sucesivos encargos por parte del nuevo Pontífice, Paulo III, que había encargado al artista la realización del Juicio Final para la Capilla Sixtina. Paulo III comenzaba a impacientarse con la tardanza en el mausoleo; se cuenta que en cierta ocasión fue a ver al escultor, y acabó convenciéndole de que la estatua de Moisés era tan bella que ella sola bastaba para honrar la sepultura de Julio II. El comentario puso punto final al proyecto; Julio II acabó siendo sepultado en la tumba de su tío, Sixto IV, y Miguel Ángel, después de tres años de trabajo, se refería a la obra inacabada como la tragedia de mi vida. La obra es una de las realizaciones más importantes de toda la historia de la escultura. Representa a Moisés recién bajado del Sinaí -donde ha recibido del Señor las Tablas de la Ley- aún con dos rayos de luz sobre la frente -los poderes-, que contempla al pueblo idólatra. La mirada terrible, la postura solemne, la gran barba bíblica, dan a esta figura una grandiosidad suprema; tanta, que durante mucho tiempo los judíos de Roma acudían a contemplarlo. Las estatuas de Lía y Raquel, que representan a la vida activa y a la vida contemplativa, fueron terminadas por Rafaello da Montelupo. La estatua de Moisés fue realizada por Miguel Ángel entre los años 1505 y 1515. El mausoleo se encuentra sumido en la penumbra hasta que alguno de los visitantes decide hacer una donación que sirve para iluminarlo, una práctica muy extendida en la mayoría de las iglesias de Roma.


Entre los pequeños altares situados en los laterales de la basílica resultan destacables los que se encuentran situados en el lado izquierdo, donde se pueden observar algunos frescos con curiosas 

DOMUS AUREA

Después del Gran Incendio de Roma del año 64 dC, el emperador Nerón, ordenó la reconstrucción de su residencia, la Domus Transitoria en el Palatino. Nerón hizo construir el palacio más ostentoso que jamás ningún rey, cónsul o emperador de Roma habría pensado hasta el momento.

La Domus Áurea formaba parte del proyecto que Nerón había ideado para convertir y transformar Roma en una nueva ciudad "Neropolis" siguiendo el modelo helenístico a la manera de Alejandría, esto es una ciudad de plano ortogonal con plazas y amplias calles rectilíneas. Con esta misma ideología, 60 años más tarde, el emperador Adriano levantó la gigantesca Villa Tiburina a 30 km de Roma.

El 30 de marzo 2010 se derrumbó la volta del ingreso de una de las galerías prolongando el periodo de cierre al público del sitio arqueológico hasta el 2015. La Domus Aurea de Nerón finalmente ha sido abierta al público después de un largo período de restauración y es accesible exclusivamente con la visita guiada.

La Domus Aurea contaba con nada menos que 300 habitaciones. Se calcula que la Domus Aurea ocupaba alrededor de 50 hectáreas entre las colinas del Palatino y el Esquilino con un área total de 25 veces la del Coliseo. Contaba también con viñedos, campos de maíz y bosques. Al parecer esta villa era utilizada exclusivamente para fiestas, y ninguna de sus 300 habitaciones era utilizada como dormitorio. Sin embargo la parte más extraña es que aún no han sido encontradas ni una cocina ni una letrina en todo el complejo.

La construcción de la Domus Aurea conocida también como Casa Dorada, ha sido considerada la empresa más extravagante de la historia de Roma.

Su enorme cúpula dorada gracias a la cual recibió su nombre era uno de los muchos extravagantes elementos de su decoración. Esta edificación contaba con techos estocados con piedras semi-preciosas y acabados en marfil, preciosos mosaicos, piscinas y fuentes además de un lago artificial. La mayor parte de las paredes se encontraban cubiertas de frescos, las habitaciones con acabados en mármol blanco con formas que jugaban con la luz. La Domus Aurea contaba también con piscinas y fuentes que resonaban agua en los pasillos.





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