viernes, 15 de mayo de 2020

DE PASEO POR ÉCIJA (I)

Écija está situada al Este de la provincia de Sevilla, limita al norte y al este con la provincia de Córdoba, al sur con los municipios de Estepa, Herrera, Marinaleda, El Rubio, Osuna y La Lentejuela y al Oeste hace lo propio con Marchena, Fuentes de Andalucía, La Luisiana y Cañada Rosal.
Écija se encuentra situada a una altitud entre los 70 y 300 metros sobre el nivel del mar, sus terrenos quedan configurados dentro de la Depresión Bética, con génesis terciaria y cuaternaria, siendo los suelos dominantes las margas amarillentas y grises, calizas blancas, silíceas y tierras areno-limosas con cantos rodados. Se encuentra atravesada de Este a Oeste con dirección Norte por el río Genil, siendo la única elevación destacable el Cerro del Alcázar (114 m.s.n.m.), situado a unos 16 metros sobre el río. 
La litología en su totalidad está constituida por rocas sedimentarias pertenecientes al Mioceno y al Cuaternario. La totalidad del término municipal esta englobado en el dominio climático mediterráneo, se registran una temperatura media anual de 18,3 ºC, y unas precipitaciones anuales de 520.6 mm. Las temperaturas medias del mes de enero oscilan entre 8 - 10ºC y las del mes de julio superan los 28ºC. 
En 1966 fue declarada Conjunto Histórico Artístico, mediante el Decreto 1802/1966, de 16 de junio.
Écija es una ciudad sevillana conocida por ser la sartén de Andalucía, dadas las altas temperaturas que se alcanzan allí durante los meses de verano. se la conoce por ser la Ciudad de las Torres, ya que 24 campanarios dibujan su perfil, entre torres (11) y espadañas (13). La torre más alta es la de San Gil, con 52 metros de altitud. Aquí hay que decir que existe una rivalidad en cuanto a torres se refiere, con la localidad malagueña de Antequera. Se puede escuchar el cántico de estos 24 campanarios al unísono (algunos menos, por motivos de seguridad), en el Día de la Inmaculada (8 de diciembre) al medio día.


En 1402 Enrique III restituyó a Écija el título de ciudad. Los favores reales siguieron: Carlos I añade el título de “Muy leal” al de “Muy noble” que ya ostentaba Écija, Felipe V le otorga el nombramiento de “Constante, leal y fidelísima” en 1710. Mimada por la realeza, en 1880 Alfonso XII otorga al Ayuntamiento el tratamiento de “Excelentísimo”.



Personajes destacados
Pablo de Aroca, bandolero. Luis Vélez de Guevara, dramaturgo y novelista. Fernando Valero y Toledano, tenor. Jaime Ostos Carmona, matador de toros. Manuel Ostos y Ostos, escritor. Benito Mas y Prat, escritor. José Más, novelista. Lope de Medina Chirinos, escultor.



 HISTORIA
Prehistoria
Según se desprende de las escasas investigaciones realizadas, en la comarca astigitana debió vivir una población paleolítica de cazadores-recolectores, análoga a la de las comarcas de Loja, Puente Genil o Palma del Río. Sus elementos más antiguos corresponden a culturas iniciales de graveras, caracterizadas por la presencia de complejos líticos de cantos rodados, quedando enmarcados cronológicamente dentro del Pleistoceno Medio. Éstas evolucionarán durante el Pleistoceno Superior a industrias de cantos tallados evolucionados y piezas sobre lascas.
El neolítico ecijano podría estar asimilado dentro del círculo del Bajo Guadalquivir, siendo un aspecto relevante de éste la cerámica llamada a la almagra. Dentro de este horizonte se observa que, mientras la domesticación fue más temprana que en otros círculos hispanos, la agricultura cerealista no fue autóctona, sino introducida por los neolíticos levantinos en la segunda mitad del V Milenio. La ubicación de los yacimientos neolíticos en Écija se localiza a las orillas del Genil, río Blanco, arroyos y lomas del término.
En el Calcolítico la campiña ecijana estaría integrada en el círculo cultural megalítico de la Sierra Norte de Córdoba, se han encontrado piezas cerámicas, como el vaso campaniforme y flechas de cobre tipo Palmela.
Los datos referentes al Bronce Pleno son escasos se han documentado restos constructivos y cerámicas orientalizantes con una cronología del siglo VIII a. C. El poblamiento debió mantenerse durante la posterior época turdetana siendo este núcleo originario al que hace referencia Plinio bajo el nombre de Astigi Vetus.




Periodo Romano
Si es durante el siglo VIII a. C. cuando se crean las bases del poblamiento local, no será hasta el año 14 a.C., con la fundación de la Colonia Augusta Firma Astigi, cuando tenga lugar un cambio importante en la concepción urbanística de la ciudad. Esta fundación, recogida en fuentes clásicas como Plinio, se fundamenta en aspectos económicos y estratégicos: la riqueza agrícola de la campiña astigitana, su situación en un importante cruce de caminos de toda la Bética, el peso que tuvo el Singilis como vía fluvial para la salida de productos agrícolas hasta Roma a través del Mediterráneo, para ello, se dividió el territorio en centurias y se repartió entre los colonos romano-itálicos procedentes de la deductio (licenciados del ejército). Gracias a ello, pronto se convertirá en una de las principales ciudades exportadoras de aceite y cereal de toda la Bética. Aunque tuvo su origen en la Astigi Vetus, la planificación urbanística de la Astigi romana fue creada ex novo. La primitiva muralla romana era de doble paramento, construido en piedra y de gran envergadura. Extramuros de la ciudad se localiza la corona de necrópolis, teniendo constancia arqueológica de los recintos funerarios ubicados al Norte, Oeste y Sur de la Colonia.
Recientes excavaciones realizadas en la plaza España han encontrado: un centro de culto imperial con una superficie superior a los 9.000 metros cuadrados, rodeado de estanques monumentales en cuyo interior se han localizado importantes restos escultóricos, arquitectónicos y epigráficos; Al Sur de este recinto se extiende el Foro de la Colonia, pavimentado con grandes losas de caliza que ocupa un área de casi 20.000 metros cuadrados. Por último, un nuevo recinto público se localiza al Oeste del Foro Colonial, con una superficie de algo más de 5.000 metros cuadrados.
En la Astigi Tardorromana se constata el retraimiento del perímetro de la ciudad cuyos ejes vertebradores se trasladan ahora hacia el norte, al entorno de la actual Parroquia de Santa Cruz -Sede Episcopal en época visigoda, atestiguada por el magnífico sarcófago de piedra hallado en el lugar en 1885. 


Periodo Musulmán 
Écija constituirá la capital de una Cora o provincia, llamada Istichcha (“las ventajas se han reunido”). Será descrita por las fuentes árabes una y otra vez como una notable ciudad a orillas del Genil, con importantes mercados y rodeada de campos fértiles y amplias vegas.
Las líneas generales del urbanismo de la Madina eran herederas directas de la Astigi Imperial –según las fuentes islámicas el recinto amurallado romano se mantuvo hasta que Abderramán III decretó su destrucción en el año 913, como medida de castigo a los ecijanos por su apoyo al rebelde Ibn Hafsun--, y sus rasgos más definitorios son aún rastreables por las huellas que quedan en la ciudad: manzanas irregulares, callejuelas estrechas y sinuosas, existencia de adarves, etc. La construcción de la muralla y del alcázar ocupando el sector sureste del recinto murado durante la segunda mitad del siglo XII, va a fijar los límites de la ciudad. Se han encontrado restos de una makbara vinculada con la existencia de una mezquita localizada en un solar inmediato, donde hoy se encuentra el Convento de San Francisco o bien a espaldas de éste, en la parcela que posteriormente ocuparon las Carnicerías reales.
A la caída de la dinastía Omeya de Córdoba, el territorio de Écija es objeto de disputas entre tres Reinos de Taifas regidos por bereberes: la Carmona de los Banu Birzal, el Morón de los Banu Dammar y la Granada de los Banu Ziri, cayendo en manos de los Banu Abbad sevillanos, hasta que en 1240 pasa a formar parte de los territorios de la corona de Castilla.
Los cronistas árabes destacan la fertilidad y riqueza de su territorio, en el que se asentó un importante poblamiento beréber. Los musulmanes introdujeron los cultivos de regadío y, entre ellos, el algodón cuyo desarrollo característico en Écija, llevó a acuñar el sobrenombre de Madînat al-qutn (“La ciudad del algodón”).

Periodo Cristiano
En 1240 Écija se sometió a partir de esta fecha a Fernando III mediante una capitulación, la cual garantizaba a los musulmanes no sólo salvar sus vidas y sus propiedades sino conservar su propio estatus jurídico, religión y autoridades fiscales. Fernando III confió su tenencia a su heredero el infante D. Alfonso, que a su vez la daría a su amigo D. Nuño González de Lara. Fue repoblada por cristianos que se ubicaron en un principio en la Calahorra o Alcázar, hasta que años más tarde al abandonar los musulmanes en masa la ciudad, se asentaron en ella los repobladores castellanos. Lo hicieron con arreglo a un Repartimiento que dividía la ciudad en cuatro collaciones en forma de cruz, inspirada por una clara idea religiosa, confirmada por el nombre y distribución dada a las parroquias: Santa Cruz, Santa María, San Juan y Santa Bárbara; a fines del siglo XIV, se le añaden dos collaciones más, Santiago y San Gil, que responden al crecimiento de los arrabales por el Sur y Este de la ciudad. Con Fernando III se asentaron unos 200 caballeros castellanos, a los que se les concedió el Fuero de Córdoba, formando el núcleo de nobleza primitivo que alcanzarán su máximo poder social y económico en el XVIII.
Será en el siglo XVI, al amparo de las nuevas corrientes renacentistas, cuando aparezca una nueva concepción urbanística. En ella será primordial un planteamiento de higiene urbana, de revitalización y embellecimiento de la ciudad, así como la ampliación de los espacios públicos y del trazado viario. El Concejo acometió, en el último cuarto del siglo XVI, la traída de aguas entendida como servicio público para el fomento de la higiene, al mismo tiempo que supuso una revolución estética por la construcción de fuentes ornamentales, se crearon vertederos en varios puntos de la ciudad
La expansión económica de Écija durante el siglo XVIII repercutirá sobre todo en algunos linajes nobiliarios, posibilitando la realización de grandes obras privadas que junto con las construcciones faraónicas realizadas por la iglesia –sobre todo en Parroquias y Conventos--, otorgarán a la ciudad la fisonomía barroca que le dará fama. Se llegan a sobrepasar las 68 organizaciones gremiales de los más diversos oficios y contaba con 500 telares de seda y 300 de lino.
En el siglo XIX, la invasión francesa y la agitación social y política llevarán a la ciudad a la decadencia. Se inicia así un proceso de sustitución de la arquitectura del pasado que llega a su punto culminante con la Desamortización de Mendizábal en 1836, la cual decretaba el desalojo de todos los conventos habitados por menos de veinte religiosos/as.


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