El Paraje Natural de las Marismas del Odiel se encuentra situado en el suroeste de la Península Ibérica, al sur de la provincia de Huelva, en los municipios de Huelva, Punta Umbría, Aljaraque y Gibraleón, entre la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel.
Con una extensión de 7.185 Ha, su altitud oscila entre los 0-3 metros sobre el nivel del mar. Se trata de las zonas mejor conservadas y donde se puede contemplar la acción de las mareas en el drenaje y creación de diferentes biotipos, como las barreras dunares y las marismas altas y medias.
Se trata de un enclave estratégico en las rutas migratorias entre Europa y África, Marismas del Odiel se erige como uno de los humedales en mejor estado de conservación de Europa. Por todo ello, junto a su riqueza paisajística y biológica, ha sido declarada por la UNESCO Reserva Nacional de la Biosfera (1983). Mediante la Ley 12/1984, de 19 de octubre (BOJA núm. 97, de 25/10/1984). Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) desde (1987)] y forma parte del Convenio RAMSAR desde 1989. En su interior podemos encontrar también las Reservas Naturales de las Marismas de El Burro de 597 Ha y la Isla de En medio de 480 Ha. Se encuentra propuesto como Lugar de Interés Comunitario (LIC).
CARACTERÍSTICAS
Las Marismas del Odiel pertenecen al grupo de las marismas mareales, con una clara influencia y dependencia del régimen de oscilación del mar. Presentan una gran variedad de biotopos (marisma baja, media, alta, interior y bandas arenosas), con características geomorfológicas particulares sobre las que se desarrolla una variada biocenosis; están consideradas las marismas mareales más importantes de la Península Ibérica y como un lugar importante de escala en las vías migratorias de algunas limícolas. Podemos encontrar desde marismas mareales, a lagunas como la del Batán y la del Taraje, pasando por la playa del Espigón o los bosques de El Almendral, El Acebuchal y La Cascajera.
Estos humedales se originaron por los procesos sedimentarios procedentes de la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel junto a la dinámica de aportes del océano Atlántico, que fueron formando un amplio estuario.
GEOLOGÍA
Están formadas por diversas formaciones cuaternarias recientes de arenas, limos y arcillas. Integradas en un sistema de estuario de sedimentación con una dinámica de crecimiento elevada e influida en su origen por los cambios de mareas. Todo el conjunto está rodeado por formaciones terciarias (Neógenas).
FAUNA
La riqueza de biomasa vegetal, unida al carácter fluctuante (sequía, encharcamiento) de estas marismas y a la situación geográfica de éstas, hace que el espacio sea un lugar de paso obligado para miles de aves procedentes de toda Europa en su migración a África, y que en él se desarrolle una variada e importante avifauna acuática, no solo por el número de especies, sino también por los núcleos reproductores de las algunas de ellas, como la Espátula (Platalea leucorodia), la de mayor importancia en estas marismas, que forma colonias en la Isla de Enmedio, la Garza Real (Ardea cinérea), Garza Imperial (Ardea purpurea), Garceta Común (Egretta garzetta), Cigüeñuela (Himantopus himantopus), Chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), Ánade Real (Anas platyrhynchus), Aguilucho Lagunero (Circus aeruginosus) y Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala). También son especialmente importantes las poblaciones de flamencos (Phoenicopterus) y la población invernante de Águila pescadora (Pandion haliaetus).
La salinidad cerca de los cauces de ríos y arroyos es mucho menor, por lo que se pueden encontrar desde lenguados hasta percas americanas, aunque las especies marismeñas más características son las carpas y las anguilas. Estas zonas son ricas también en especies de crustáceos como el cangrejo violinista que se encuentra en zonas intermareales fangosas insectos, anfibios y reptiles. Destaca la presencia de Malacosoma laurea, mariposa nocturna endémica de Marismas del Odiel. Destacar también la reintroducción del camaleón para el control de las poblaciones de insectos.
FLORA
Tiene una baja diversidad específica y la componen especies adaptadas a la presencia de sal en el medio y a la continua inundación a la que se ve sometida la marisma, destacan especies como el almajo (Salicornia ramosíssima) y la espartina (Spartina densiflora), especie esta última que caracteriza un paisaje del paraje natural que se denomina “mar de espartinas”. Podemos encontrarnos también con el taray, la sabia negral, el pino piñonero, la coscoja, el lentisco, el jaguarzo, la jara y el romero. En las cabeceras de arroyos y esteros periféricos se desarrolla una vegetación constituida por juncos, espadañas y tarajes, principalmente.
PRESENCIA HUMANA
Está constatada gracias al descubrimiento de importantes restos arqueológicos a lo largo de los siglos XX y XXI entre los que destaca el llamado Depósito de la Ría a de Huelva. Descubierto en la década de 1920 a causa de unos trabajos de dragado en la zona, este yacimiento mostró restos de madera y en torno a 400 piezas de bronce en forma de espadas, flechas, puñales, puntas de lanza, botones, broches de cinturón y agujas, entre otros. Las pruebas del Carbono 14 dieron como resultado una antigüedad que se remontaba al Bronce Final del siglo IX a. C., cuando los fenicios ni siquiera habían tenido tiempo aún de hacer acto de presencia.
Prueba de la inmejorable posición estratégica de este humedal y su riqueza natural ha sido la constante llegada de pueblos exteriores con intención de establecer relaciones comerciales y explotar el subsuelo onubense. Más allá de las Columnas de Hércules, los pueblos provenientes de las ricas y prósperas ciudades-Estado de las costas de Oriente Próximo iniciaron en torno al siglo XI a. C. un paulatino tanteo por el Mediterráneo que se fue tornando en colonización y que les condujo hasta Marismas del Odiel en el siglo VIII a. C.
A su llegada, el área del Bajo Guadalquivir había albergado la proliferación de poblaciones más o menos densas repartidas desde Sierra Morena hasta la Cordillera Subbética, encontrando en el Valle del Guadalquivir y en las costas litorales onubenses su área más prolífica. Estructurados en tribus o pequeños reinos, estos pueblos ofrecían a los fenicios la posibilidad de dar salida a los materiales mineros que obtenían del Andévalo onubense, a la vez que los fenicios ejercían una intensa influencia en la población autóctona e iniciaban el llamado período Orientalizante. En este contexto, las poblaciones reunidas en torno a Marismas del Odiel vieron transformadas a sus propias élites y desplazadas sus poblaciones hacia los enclaves costeros onubenses, sevillanos y gaditanos, estableciendo las bases de una civilización tradicionalmente identificada con Tartessos.
La caída de Tiro, ciudad-Estado predominante en Oriente Medio, a manos de los persas en el 573 a. C. frenó la expansión mediterránea fenicia y acabó con la influencia oriental en Marismas del Odiel. El testigo de los fenicios fue recogido por griegos, concretamente samios y foceos, aunque con un grado de intensidad menor. Aunque las relaciones comerciales griegas en torno a Marismas del Odiel fueron más o menos constantes a lo largo de las décadas del siglo VI y V a. C., la población autóctona experimentó un progresivo descenso poblacional con lo que el entorno de Marismas del Odiel perdió su antiguo rol preponderante.
La población que antes se extendía por todo el estuario del Odiel quedó apenas circunscrita a los cabezos de la actual Huelva, iniciándose en este contexto la conocida como etapa turdetana. A pesar del final de la edad dorada del estuario del Odiel, Estrabón dejó constancia siglos más tarde de la importancia de núcleos poblacionales de la zona como Onoba, así como de su intenso poblamiento fruto de la riqueza agrícola, ganadera y minera del lugar.
La etapa turdetana, se extendió hasta que Roma hizo acto de presencia en la Península Ibérica el siglo III-II a. C. En el entorno de Marismas del Odiel, río Urium entonces, existen en la actualidad resquicios arqueológicos que nos muestran una intensa actividad industrial y portuaria romana. El antiguo papel exportador del estuario del Urium fue nuevamente reactivado una vez que el Andévalo volvió a ofrecer material minero a los nuevos ocupadores. Junto a ello, piscifactorías, salazones, salinas, cetáreas o elaboración de garum son algunos ejemplos de la actividad de la antigua Onoba Aestuaria, acompañada de pequeñas poblaciones extendidas por el Eucaliptal o la isla de Saltés, en torno a la Cascajera.
La desaparición de la civilización romana significó una nueva decadencia en la zona durante el período visigótico hasta que la llegada de los árabes huidos del norte de África en el 711. La Península Ibérica, y más aún el sur del territorio con el estuario del Odiel como uno de sus puntos clave, volvía a erigirse en uno de los puntos estratégicos más importantes. Punto de unión entre el continente europeo y las costas africanas, el dilatado legado islámico onubense constató nuevamente la presencia de industrias en Marismas del Odiel. Al margen de ello, sin duda el resquicio islámico más importante de este entorno se encuentra en la anteriormente citada isla de Saltés. Situada entre la antigua Onoba Aestuaria y la actual Punta Umbría, la isla de Saltés albergó en su seno el surgimiento de Saltish, una ciudad que vivió su apogeo en el período almohade, entre los siglos XI y XIII. Dedicada principalmente a las actividades portuarias y actuando como centro distribuidor de los minerales que nuevamente se extraían del Andévalo, Saltish destacó como uno de los principales enclaves urbanos de todo el litoral onubense y de la cora de Niebla, lo que se evidencia hoy día gracias al descubrimiento de caseríos, zocos e, incluso, una alcazaba, junto a la cual debía erigirse el puerto. Intelectuales, cartógrafos y geógrafos de la época como Al-Idrisi hacían mención de la ciudad de Saltish como una ciudad próspera dotada de mercados y bazares y situada en el estuario del Odiel. Tanto fue así que a principios del siglo XI Saltish se convirtió en capital de uno de los reinos de taifas en los que quedó dividido el antiguo Califato de Córdoba. La caída de Niebla en manos cristianas en 1262 precipitó el declive de Saltish hasta su abandono en torno a los siglos XIV y XV. En cuanto a la propia isla, pocas veces quedó reflejado su nombre en los anales de la historia. Apenas una batalla naval entre castellanos y portugueses en julio de 1381 y el diario de a bordo de Cristóbal Colón cuando zarpó en busca de las Indias Orientales a través de Occidente: “Partimos viernes tres días de agosto de 1492 de la barra de Saltés, a las ocho horas”.
Los siglos XVII y XVIII limitaron el poblamiento en el estuario del Odiel prácticamente a la actual ciudad de Huelva, más allá de algunas pequeñas aldeas dedicadas a la agricultura y la ganadería que rodeaban la comarca. No sería hasta el XIX cuando llegaron las grandes compañías mineras, primero la de Tharsis y posteriormente la Río Tinto Company Limited, que explotaron el subsuelo del Andévalo onubense desde el último tercio del XIX y transformaron profundamente el puerto de la ciudad con la construcción de muelles y embarcaderos que dieran salida a las ingentes cantidades de mineral.
Como consecuencia, la presencia humana se multiplicó en el estuario hasta alcanzar cifras desconocidas hasta entonces. Ahora bien, Marismas del Odiel era visto como un territorio poblado de insectos y aguas insalubres donde fácilmente podían surgir enfermedades. De hecho, hasta la segunda mitad del siglo XX la intención de las autoridades e industrias de la comarca era la de acabar con la marisma utilizando eucaliptos capaces de secar fácilmente sus aguas.
APROVECHAMIENTO
La producción de sal es uno de los aprovechamientos de los recursos naturales más interesantes de la zona. Todavía se pueden contemplar salinas artesanales en la zona. Además, la recolección de piñones, la apicultura, la ganadería, la pesca y el marisqueo forman parte de las actividades que el hombre ha realizado tradicionalmente. Hoy en día solo existe una empresa dedicada a la producción de sal, las Salinas industriales Aragonesas,hasta 2011 también estaban en funcionamiento las Salinas de Bacuta, en las primeras la extracción de sal se hace de forma mecanizada y en las de bacuta se hacía a través de energía solar y el viento de una forma tradicional y medioambientalmente menos dañinas.
Obtención de la sal
Se toma el agua marina de manera natural y se hace llegar a las salinas, donde reposa. Las salinas cuentan con un total de 12 balsas cristalizadoras donde descansa el agua marina hasta que alcanzar el óptimo grado de concentración de sal, momento en que el agua es retirada de las balsas para comenzar a cosecharlas. La cristalización de la sal de produce por el proceso de evaporación natural del agua marina por acción del sol y el viento. Al retirar el agua, la sal queda cristalizada en un bloque que mide aproximadamente 40 cm. de alto. Este bloque es triturado con máquinas dotadas de cuchillas, dejando siempre un margen de 10 cm. de distancia con el sustrato, para garantizar el máximo grado de pureza en la obtención de la sal y así descartar la parte que pueda estar en contacto con el sustrato.
Un operario verifica detrás de las cuchillas comprobando de manera artesanal que este margen de pureza está siendo respetado. Consiguiéndose que la sal venga libre de impurezas desde su origen.
Un operario verifica detrás de las cuchillas comprobando de manera artesanal que este margen de pureza está siendo respetado. Consiguiéndose que la sal venga libre de impurezas desde su origen.
Recogida de la sal
Una vez conseguido el grado de cristalización óptimo de la sal, entran las máquinas y operarios en las balsas para su recolección. La sal es retirada y colocada junto a los límites de las balsas, donde acceden los camiones para ser cargados.
Esta maniobra se repite de manera exhaustiva durante los dos meses de cosecha, llegando a transportar la cantidad de 6.000 toneladas diarias, desde las balsas a la primera zona de almacenamiento.
Lavado y centrifugado
Una vez que la sal es recogida, entra en un primer proceso de lavado y centrifugado para conseguir una sal libre de impurezas.
Tras este proceso, la sal pasa a una formar una montaña de sal, que se ha convertido en un elemento característico y singular del paisaje de la marisma onubense por su sorprendente tamaño y radiante blancura.
Ya blanca y limpia, la sal entra en la planta de refinado, donde pasará por los controles del selector óptico de eliminación de impurezas, relavado y centrifugado, molienda y cribado.
SENDERO SEÑALIZADO: SALINAS DE BACUTA
El sendero Salinas de Bacuta discurre a lo largo de los muros de separación de las balsas de cristalización de las salinas tradicionales que funcionaron históricamente en el Paraje Natural Marismas del Odiel. Comienza en el centro de interpretación Anastasio Senra, saliendo de él se continua junto a la carretera (hay una valla para proteger de los coches) hasta llegar al principio del sendero. Este está a poco menos de 2 minutos. El sendero se puede realizar en menos de 1 hora y tiene una longitud de 2.8 kms. Antes de llegar al principio del sendero se pasa por un pequeño puente al borde la de ría del Odiel. Por allí se atraviesa el Caño de la Culata. Desde allí se puede observar Huelva al otro lado del río. Como ya se ha indicado estas salinas estuvieron en funcionamiento hasta 2011 cuando la familia propietaria abandonó su explotación, se las considera salinas tradicionales al hacerse todo manualmente. Enfrente, al otro de la carretera, sale una pista que lleva al observatorio de aves de la Calatilla
Estas salinas, que tienen una extensión de 40 hectáreas, fueron durante mucho tiempo uno de los recursos económicos más importantes de la zona y su existencia se debe a las mareas atlánticas que irrigan estas tierras y que llegan a alcanzar hasta los cuatro metros de altura.El recorrido permite apreciar cómo era el proceso de producción de la sal, la interconexión entre las diferentes balsas de almacenamiento de agua, evaporación y cristalización, los sistemas de regulación de entrada y salida de agua así como la conformación y mantenimiento de los muros de separación sobre los que se asienta precisamente el recorrido del sendero.
El abandono de estas salinas (sustituidas por explotaciones industriales a gran escala), ha dado paso a la creación de ecosistemas singulares que permiten disfrutar de la observación de una gran diversidad de aves: flamencos; avefrías, cigüeñuelas, correlimos y garcillas, así como puntualmente, garzas reales y espátulas.
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