El perfil del Alcázar de
Segovia aparece como un buque imaginario sobre el tajo en el que confluyen los
ríos Eresma y Clamores, festoneado por el escenario de ocres y azules de la
llanura y la sierra. Le anteceden unos cuidados jardines con el monumento erigido
a los héroes de la Guerra de la Independencia Daoiz y Velarde. Es obra del
escultor segoviano Aniceto Marinas. A la izquierda la Casa de la Química,
construida en la época de la Ilustración y centro de investigación de Louis
Proust. A ambos lados del castillo se nos ofrecen espléndidas vistas del
Pinarillo (con el cementerio judío) y la Iglesia de la Vera Cruz y Zamarramala.
Un profundo foso con puente levadizo abre paso a una fortaleza de ubicación
privilegiada, posiblemente habitada desde la época celta. El castillo,
convertido en Alcázar -residencia real- en el s. XIII, adquirirá su fisonomía
gótica en los tiempos de Juan II y Enrique IV. La proclamación de Isabel de
Castilla en 1474, acontecimiento trascendental en la historia de España,
quedará para siempre vinculado al Alcázar, en una de cuyas salas se rememora
mediante la pintura del artista Muñoz de Pablos. La Casa de Austria (1516-1621)
apenas utilizará el edificio. No obstante, aún jugará un papel relevante en dos
momentos: la Guerra de las Comunidades (1520-21) y la boda de Felipe II con Ana
de Austria (1570). El Alcázar se utilizó después como prisión de Estado, siendo
está su función, de forma casi exclusiva, durante los reinados de Felipe IV y
Carlos II. En 1762 Carlos III fundó en Segovia el Real Colegio de Artillería,
cuyo primer director fue el conde Félix Gazzola. El Colegió quedó instalado el
16 de mayo de 1764 y permaneció en el Alcázar, con leves paréntesis, hasta el 6
de marzo de 1862, día en el que un incendio destruyó las techumbres e interior
del Alcázar y la mayor parte de los tesoros que encerraba en su archivo,
biblioteca, gabinetes, etc. A partir de esta fecha el Colegio, luego Academia
de Artillería, pasó al Convento de San Francisco de Segovia.
Su restauración ha sido continua
tras un grave incendio ocurrido en 1862 y que a punto estuvo de destruirlo
definitivamente. Sin embargo, en 1882, reinando Alfonso XII, se inició su
reconstrucción, ya nunca abandonada por el Patronato del Alcázar, que ha ido
restaurando artesonados, frisos, retablos y muros. En la silueta del
monumento destaca la torrecita de Alfonso X El Sabio, en el ángulo norte, desde
la que este monarca estudiaba el firmamento, y la torre de Juan II, de 80 m. de
altura, con bellos esgrafiados y doce torrecillas adornando su volumen. En sus
estrechas y frías prisiones pasaron días penosos nobles caídos en desgracia
como Don Álvaro de Luna y otros imaginarios como Don Torcuato de "El Delincuente
Honrado" de Jovellanos. A través de una escalera de caracol, se accede a
la parte superior de la torre, desde donde se divisa una bellísima vista de la
ciudad, así como los barrios de San Marcos y Zamarramala y la cantera de la que
se extrajo parte de la piedra empleada en la Catedral.
En el interior y alrededor del
Patio de Armas, marco habitual de conciertos de música de cámara, y del Patio
del Reloj se sitúan las estancias. A la izquierda están las salas dedicadas al
Colegio de Artillería; a la derecha, el Palacio de los Reyes de Castilla,
núcleo principal del edificio. Sobresalen por su belleza la Sala de Ajimeces;
de la Galera, cuyo artesonado ha sido reconstruido recientemente; del Trono, con
una llamativa techumbre mudéjar, procedente de Urones de Castroponce
(Valladolid) y obra de Xadel Alcalde, autor de la que existía en la misma sala
antes del incendio; de la Chimenea; del Cordón; de las Piñas; la Cámara Regia;
el Tocador de la Reina y la Capilla en la que podemos ver un retablo de la
escuela castellana del primer cuarto del siglo XVI procedente de Viana de Cega
(Valladolid) y otro dedicado a Santiago Apóstol, así como la Adoración de los
Reyes, pintada en 1600 por Bartolomé Carduccio. De todas ellas, destaca la Sala
de Reyes con un extraordinario artesonado de hexágonos y rombos dorados y un
original friso en el que 52 imágenes policromadas y sedentes representan a los
Reyes y Reinas de Asturias, León y Castilla desde Don Pelayo hasta Juana la
Loca.
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