viernes, 16 de octubre de 2020

DE PASEO POR SANTA POLA

Santa Pola es un municipio de la Comunidad Valenciana (España) situado en la costa de la provincia de Alicante, en la comarca del Bajo Vinalopó.

Toponimia

El topónimo Santa Pola es una derivación de Santa Paula, a su vez derivado del nombre latino del apóstol San Pablo que, según la tradición, desembarcó en la isla de Tabarca. No obstante, es muy probable que la relación con San Pablo sea una etimología popular proveniente del latín palus ("humedal"), que por metátesis pasaría a pauls y de ahí a pol.

HISTORIA

Los primeros vestigios de vida humana en el área de Santa Pola se remontan al III milenio a. C. se encuentran en la Cueva de las Arañas o Cova dels Frares, situada en el Carabassí o Cabo de Santa Pola. Esta cueva fue descubierta en 1967 por Antonio Sáez Llorens y recibió su nombre por la gran cantidad de arañas existentes en su techo. Desde un punto de vista cronológico, los materiales recogidos en la cueva la sitúan entre el cuarto y el tercer milenio antes de Cristo. En estas fechas los grupos humanos se encuentran en un estadio cultural que se conoce como Neolítico.

El entorno natural que la rodea ha cambiado sustancialmente y un ejemplo de ello es la representación pintada de un caballo en una de las paredes interiores de la cueva (actualmente los investigadores no están seguros de si se trataría de la representación de un equino). La existencia de este tipo de fauna silvestre no debe extrañarnos, ya que, en tiempos anteriores a la ocupación de la cueva, su predilección por los espacios abiertos pudo darse por las fluctuaciones del nivel del mar que dejó corredores terrestres amplios y llanos en sus fases de retroceso.

La cueva no sólo sirvió para cobijar la comunidad humana neolítica, sino que al igual que en otros yacimientos de la provincia de Alicante, pudo ser lugar de enterramiento para los miembros de esta comunidad. Muy posiblemente, a esta práctica funeraria deban relacionarse los objetos encontrados en la cueva: vasos cerámicos decorados con impresiones, punzones de hueso y puntas de flecha de sílex, que intentan representar los objetos que el difunto necesitaría en la vida de ultratumba, siguiendo un rito funerario que estaría relacionado con su importancia dentro del grupo al que pertenecía. Tambiéb se han encontrado restos del paso de cazadores-recolectores del paleolítico superior en la Cueva de las Teresitas.

A mediados del siglo V a. C. se fundó un centro de comercio fortificado a orillas del mar. Su creación estaría motivada por la necesidad de proteger las mercancías que entraban y salían por mar y por las ventajas que ofrecía la presencia de griegos y púnicos a la población indígena, que vio, con la llegada de estos extranjeros, la posibilidad de entrar de lleno en el comercio mediterráneo.

El punto elegido fue una zona rica en pesca, dotada de un buen puerto natural, resguardado de los vientos de Levante por la Sierra. Estaba situado a 13 km de la actual Elche, donde habitaba una comunidad ibérica.

Este establecimiento, de nombre desconocido, ha sido identificado por algunos autores con Alone, una de las tres colonias griegas situadas en la costa levantina, que cita Pomponio Mela en su obra De chorographia libri tres. La palabra "alone" significa en griego "mercado de sal", término que remite a una de las principales fuentes de riqueza a lo largo de la historia.

Los productos que llegaban por mar se redistribuían tierras adentro, a través del valle del Vinalopó: vajilla fina griega y ánforas que contenían vino y aceite. Por otra parte, salían del puerto productos autóctonos, tales como: sal, esparto, trigo...

A mediados del siglo IV a.C. este núcleo comercial fue destruido por causas desconocidas. 

La Romanización, que se inicia en Hispania en el siglo II a. C., se consolida en el Portus Ilicitanus con el cambio de Era. Este periodo significó el establecimiento de contactos comerciales a mayor escala con otros puertos del Mediterráneo. La Paz propiciada por el Emperador Augusto, a comienzos del siglo I d. C, potenció la industria y el comercio de las provincias, con lo cual se creó una clima favorable para la iniciativa privada - como se atestigua en el Portus, por la presencia abundante de monedas acuñadas en cecas hispanas-. Todo ello, unido a la creciente romanización de las provincias, supuso un aumento en la demanda de productos romanos.

A partir del siglo I d. C. el puerto se denominó Portus Ilicitanus, tal y como citan los geógrafos Mela, Plinio y Ptolomeo. Estaba situado en el sector S.O. de la Bahía, en el mismo emplazamiento que el antiguo puerto ibérico.

Este espacio marítimo permitió a la Colonia Iulia Ilici Augusta (Elche), situada aguas arriba del río Vinalopó, abrirse al Mediterráneo y florecer como ciudad. Platón consideró que la ciudad ideal debía estar a 13 km del mar; y curiosamente ésta es la misma distancia que separa Ilici de su puerto.

Las razones que impulsaron el desarrollo de este puerto son muchas: su situación geográfica privilegiada, sus recursos marinos y la política seguida por el emperador Augusto, que intensificó la actividad de los puertos del Mediterráneo con fines comerciales.

La prosperidad del puerto lo convirtió en una auténtica ciudad con almacenes, industria de salazón, villas residenciales, necrópolis, etc. Pero, a partir del siglo V d. C, la actividad comercial disminuyó de forma considerable, con lo que se inició un periodo de decadencia que finalizó con el definitivo abandono del puerto y sus instalaciones. El proceso de colmatación y avance de la línea de costa hizo que el puerto perdiese calado y con ello su utilidad como fondeadero.

El cese de las actividades en el Portus Ilicitanus debe relacionarse con la situación general de cambio por la que atraviesa el sur de la provincia Tarraconense, en los siglos V y VI d.C., a raíz de la crisis del comercio mediterráneo. Es posible que el hundimiento del comercio marítimo iniciara el declive y posterior abandono de los asentamientos costeros, cuya razón de ser era la redistribución de productos importados.

A partir del siglo V d.C. se produce en el Mediterráneo occidental una desarticulación a gran escala de las redes de intercambio comercial, como consecuencia de la destrucción del Imperio Romano de Occidente y de su aparato fiscal. Cesan las importaciones de productos norteafricanos y orientales, que anteriormente llegaban masivamente al Portus, para dar paso a productos de carácter local y tecnología elemental, que coexistían desde el siglo V d. C. con los artículos importados, pero que entonces se convirtieron en los más adecuados para un sistema sin actividad comercial y desestatalizado.

A partir de la conquista del sureste peninsular en el siglo VII por los árabes, el territorio pasó a denominarse Tudmir, nombre que le asignaron los geógrafos árabes, y que estuvo ligado a la figura de Teodomiro, personaje visigodo que suscribió un pacto de capitulación en el 713 con Abd al-Aziz ibn Musa, por medio del cual Teodomiro reconocía la soberanía islámica, a cambio de convertirse en el administrador de una zona, cuyos habitantes estaban obligados a pagar una serie de impuestos. Este hecho supuso que la conquista de todo el territorio de Tudmir no se llevó a cabo por conquista militar, sino por capitulación acordada. Más tarde, este mismo término designó una cora (Kura) o demarcación administrativa de Al-Andalus, la Cora de Tudmir, que comprendía las actuales provincias de Alicante, Murcia, Sur de Albacete y Norte de Almería.

En el caso de Ilici, importante civitas tardorromana y sede episcopal, dejó de existir tras la conquista islámica, al trasladarse la población a las villas rústicas, cercanas al Vinalopó, donde se habrían asentado los musulmanes, dando lugar, con el tiempo, a la nueva ciudad de Ilš. La búsqueda del ascenso social hizo que la población hispanorromana se islamizara, con lo cual pasaba a convertirse en ciudadana de primera categoría, al contrario de lo que ocurría bajo el dominio visigodo. Este deseo de mejorar socialmente provocó la búsqueda de nuevos territorios donde asentarse, sobre todo alquerías o fincas de campo, y el consiguiente abandono de las antiguas ciudades, como es el caso de la Colonia Iulia Ilici Augusta y el Portus Ilicitanus, ciudades cristianas consideradas impuras por los musulmanes.

Los textos árabes referentes a Tudmir mencionan brevemente el puerto de Santa Pola, al que denominaron Shant Bûl, en la descripción que hace Al-Bakri al enumerar los puertos del Magreb medio y los que están en la costa de Al-Andalus. Esta mención es fundamental, porque permite identificar Santa Pola en el texto del geógrafo oriental Al-Yakubi (finales del siglo IX).

En este contexto histórico, a pesar de la escasez de documentos escritos y de la inexistencia de testimonios arqueológicos que lo avalen, es de suponer que el puerto de Santa Pola siguió funcionando en la etapa islámica, como puerto en la costa alicantino-murciana y fondeadero de naves hacia Oriente (al menos entre el siglo IX y el XI), aunque con unas atribuciones menos relevantes que en los siglos del Imperio.

Tras la conquista del territorio por los cristianos, el puerto se denominó Port del Cap de l'Aljub, término que aparece citado por primera vez en un documento de Jaime I, de 15 de Febrero de 1269. El nombre Cap de l'Aljub proviene de la existencia de un aljibe, elemento fundamental para el suministro de agua potable a las instalaciones portuarias.

Su emplazamiento, es el mismo que en la actualidad ocupa el Castillo-Fortaleza y su área de influencia abarcaba la comarca. Su gran competidor, el puerto de Alicante, limitaba sus posibilidades al contar con mejores condiciones y mayores recursos.

A partir del siglo XIII, los reyes y las autoridades locales intentaron potenciar la actividad comercial y portuaria por medio de la concesión de privilegios, para así asegurarse el control del territorio, tanto desde el punto de vista demográfico como económico. El Infante D. Manuel, señor de Elche, su hijo D. Juan, Jaime II, Martín I, entre otros, concedieron privilegios para el fomento de actividades mercantiles, consistentes en la exención de tasas a los mercaderes y navíos que viniesen al puerto, (1 dinero por cada espuerta o capazo de higos que exportaran), venta libre de pan, vino y comestibles. La intención era crear un núcleo de población estable y unas instalaciones portuarias fijas. Ello no fue posible por los peligros de la costa, las crisis del siglo XIV, etc.

A partir del siglo XIII, el principal obstáculo para el desarrollo de una población estable en el puerto del Cap de l'Aljub, fue el corso y la piratería, que alcanzó un gran desarrollo en esta zona desde mediados del siglo XIV. Es preciso tener en cuenta que la despoblación de los núcleos costeros del mediterráneo, desde el final del Imperio Romano hasta la Alta Edad Media, hizo innecesaria la construcción defensiva, configurando los valles Medio y Alto del Vinalopó una especie de frontera desierto, en la que se daban las condiciones idóneas para el ataque por mar de corsarios y piratas.

Esta situación de indefensión motivó la construcción de una torre defensiva, conocida como la Torre Vieja o Torre del Port del Cap de l'Aljub, emplazada en el lugar que actualmente ocupa el Baluarte del Rey en el Castillo-Fortaleza, zona accesible y bien comunicada con Elche y con los otros núcleos de población más próximos.

No se conoce la fecha exacta de su construcción, aunque se supone que se levantó hacia 1337, fecha en la que el Infante don Ramón Berenguer concedió licencia al Concejo de Elche para edificar una torre defensiva en la isla de Santa Pola, hoy Nueva Tabarka, respondiendo a las necesidades imperiosas de fortificar la costa alicantina.

Para su descripción solo poseemos un testimonio del arquitecto D. Gerónimo Muñoz, fechado en 1595, (Archivo General de Simancas, Guerra Antigua, Leg.79 ) en el que nos dice:

"Era tan fuerte la torre que el Capitán Barbarroja la cercó con cuarenta galeras para batirla, y aunque la cañoneó con diversas piezas de artillería jamás la pudo batir ni rendir, y que el duque de Maqueda habiendo visto y reconocido la fortaleza de nuestra torre no permitió que se derribase por entonces, sino que quedara dentro del baluarte del Levante como torre de homenaje para defensa del paso, y habiéndose hecho una fortaleza de un padrastro que tenía otra torre, con la cual se pensó servir de algún favor, por haberse reconocido el que sintió el efecto que se juzgó, se tuvo por más conveniente derribar la torre, y con efecto se derribó."

La guarnición estaba compuesta por un Alcaide y tres guardias que la custodiaban, lo cual resultaba insuficiente para la defensa de la costa ante la llegada de corsarios y piratas. En aquellos momentos en que se detectaban navíos enemigos en la costa, se requería la presencia de varios hombres, ya que los ataques no solo provenían de moros y moriscos, sino también de los castellanos.

La Torre del Port del Cap de l'Aljub junto a la del Cap Cerver, eran las dos piezas básicas en la red de alerta de la Gobernación de Orihuela. Los guardias avisaban a las autoridades de Elche de la presencia de navíos por medio de hogueras (almenaras) y el Concejo enviaba una fuerza armada a la torre para su custodia mientras durase la alarma. Esta embrionaria y modesta fuerza militar contaba con escasos recursos para el mantenimiento y puesta a punto de la tropa, municiones insuficientes y un armamento viejo y reducido, todo lo cual impedía al Concejo organizarse correctamente para repeler los ataques.

La torre se encontraba muy cerca del aljibe, que se halla en el subsuelo del patio de armas del castillo. Este aljibe se construyó antes que la torre y dió nombre al puerto en época alto-medieval, suministrando agua procedente de los barrancos de la Sierra.
Este pequeño enclave defensivo generó a su alrededor un cortijo (término con que se refieren los documentos medievales a este reducido núcleo de población) con algunas tiendas para abastecer a los soldados y a los marineros. Además, también se utilizaba como almacén para proteger las mercancías de los robos y las posibles inclemencias del tiempo. Asimismo, había una iglesia y un horno de cocer pan. Todo ello, con el fin de fomentar una población estable, como era expreso deseo del Concejo de Elche, para: explotar los recursos pesqueros como fuente de riqueza, desarrollar el tráfico marítimo portuario y crear un frente defensivo para Elche y su término, ante el peligro musulmán, tanto el costero como el procedente de la morería en el arrabal de San Juan.

A fines del siglo XIV, concretamente en 1391, el rey Martín I vendió Elche, el Cap de l'Aljub y Crevillente a Barcelona para ayudar a sufragar sus expediciones a Sicilia. El municipio barcelonés pagó 27.500 libras, mediante contrato, por la compra de las dos poblaciones y el puerto.

De las actividades portuarias desarrolladas en el siglo XV, conocemos que el Cap de l'Aljub era el puerto que los jurados de Elche designaron para el desembarco del pescado capturado en las aguas del término y en la isla de Santa Pola, la actual Tabarka. Se abastecía de pescado a Elche y se exportaba los excedentes agrarios (trigo, cebada, aceite, pasas, higos, sosa...) de Elche y los de parte de la gobernación de Orihuela.

Las autoridades de Barcelona, como señorío del lugar, se vieron implicadas en un pleito entre Elche y Alicante, por la competencia entre ambos puertos, al querer los dos controlar el comercio de la zona. En 1434, el Concejo de Alicante solicitó de don Juan, rey de Navarra y lugarteniente general del reino, una provisión según la cual se prohibía cargar mercancías en el puerto del Cap de l'Aljub, excepto a los vecinos de Elche y Crevillente, debiendo hacerlo el resto en Alicante. De ello se deduce que el puerto de Elche ejercía una cierta atracción regional por sus tarifas más bajas y Alicante veía en él un peligroso competidor al que había que eliminar. Al final, en 1457 el pleito fue ganado por Barcelona contra Alicante.

El 3 de junio de 1473, el Consejo de Ciento -órgano de gobierno de la ciudad de Barcelona- acordó conceder la reventa de la baronía (integrada por Elche, el Cap de l'Aljub y Crevillente) al rey Juan II, como un acto de pacificación y liquidación de la guerra civil, en la que se había visto envuelta la Corona Aragonesa.

La piratería en el Mediterráneo experimentó un auge notable a partir del siglo XV. La costa alicantina fue sometida a ataques continuos de musulmanes, genoveses, provenzales, castellanos, portugueses y, los propios súbditos del rey de Aragón, encontraron una fuente de ingresos considerable en sus asaltos a embarcaciones, poblaciones e instalaciones portuarias. La Isla de Santa Pola (actual isla de Tabarca) era uno de los lugares donde se refugiaban los piratas. El corso, es decir, la persecución y el saqueo de naves llevados a cabo por barcos autorizados, constituía un negocio muy lucrativo que era ejercido de forma habitual por vecinos de Denia, Villajoyosa, Alicante, Orihuela y Guardamar.

En este contexto debemos situar el modo de vida de los habitantes del puerto; sometidos a continuos sobresaltos a causa de los robos, con unas instalaciones portuarias insuficientes y carentes de toda defensa frente a un mar en extremo peligroso, por el que circulaban con total impunidad piratas y corsarios de toda condición.

En el siglo XVI, el peligro se centró en los piratas del Norte de África, sobre todo a partir de 1516, momento en que los hermanos Barbarroja -que intentaron fundar un imperio berberisco en el Mediterráneo- se adueñaron de Argel y convirtieron la ciudad en el principal puerto corsario de Berbería. En 1552, Barbarroja desembarcó en la playa ilicitana del Pinet, al parecer con la colaboración de los moriscos del Raval de Elche.

Los piratas berberiscos capturaban buques mercantes y sometían a pillaje las costas, donde se apoderaban de objetos preciosos y de esclavos. Esta actividad creó una gran tensión, ya que uno de los principales temores de la población cristiana era caer cautiva de los piratas. De ahí la necesidad del Concejo de Elche de poner en marcha medidas defensivas para evitar los ataques por sorpresa.

Ante las repetidas incursiones de piratas en distintos puntos del litoral, el Duque de Maqueda, Don Bernardino de Cárdenas, a mitad del siglo XVI en su etapa de Virrey de Valencia, realizó un importante aumento de las torres y puestos fortificados en la costa alicantina con la construcción de la torres del Tamarit, Escaletes y Atalayola, que conectaban con la torre del Pinet por el sur y con la del Carabassí por el norte.

A pesar de las medidas tomadas para fortificar la costa por el Duque de Maqueda, la incursión en la ciudad de Valencia determinó la decisión de la Corona de cortar el problema norteafricano. Por ello, se le encargó al ingeniero Giovanni Baptista Antonelli il Vecchio un proyecto para la defensa llamado el “Plan para la defensa de las costas del Reino de Valencia”, donde se readaptarían las torres ya existentes.

Todas ellas estaban alzadas estratégicamente para avistar al enemigo antes de que éste llegase a la costa y se comunicaban entre sí por medio de ahumadas de día y luminarias en la noche. Su custodia estaba encomendada a cuatro hombres: dos de a pie que realizaban continua vigilancia, y dos a caballo encargados de controlar el trayecto comprendido entre dos torres: comunicación, petición de auxilio, etc.

Tanto la torre Atalayola como la de Escaletes tenían guardas de a pie, pero no atajadores, cuya función de enlace entre las distintas torres corría por cuenta de los dos atajadores del castillo.

El siglo XVII se inicia con una serie de acontecimientos que marcaran de forma notable la situación de la comarca y de todo el Reino de Valencia. En concreto, merece especial interés la expulsión de los moriscos, los graves periodos de sequía, la presión berberisca y la amenaza de la flota de guerra francesa.

Como consecuencia de la gran sequía de los años 1599 y 1600, la escasez de productos agrícolas disparó una fuerte subida de precios en los alimentos, que provocó constantes quejas en los soldados del castillo y tensiones entre el marqués de Elche y el síndico de la Villa.

En 1609 se decretó su expulsión, cuyas consecuencias fueron especialmente nefastas para el Reino de Valencia, pues su economía dependía de una agricultura a cargo de éstos.

El embarque de los moriscos ilicitanos tuvo lugar en Santa Pola, en cuyo castillo se concentraron para salir hacia el Norte de África. Cerca del castillo se hallaban aprestadas dos compañías pertenecientes a los tercios de Nápoles y Sicilia, que estaban entonces bajo el gobierno de España. En las naves, preparadas al efecto, embarcaron hacia Orán y Mazalquivir, acompañados por don Jorge de Cárdenas, señor de Elche.

En el siglo XVIII se producen diversos acontecimientos que varían el curso de la historia de Santa Pola: el nacimiento del núcleo urbano, el aumento demográfico, las buenas condiciones militares de la plaza y de su rada y la cesión del castillo a la corona.

En este siglo, Santa Pola carecía de entidad municipal al no tener reconocido estatuto jurídico alguno, por lo que estaba considerada como “lugar”, lo que suponía una total dependencia con respecto a Elche. Ello queda reflejado en un plano de Salomón y Camacho de 1782, en el que se le denomina “Lugar Nuevo” de Santa Pola.

En la primera mitad de siglo, la vida cotidiana se desarrolla en la fortaleza, que cuenta en este momento con veintinueve viviendas destinadas a los soldados, la capilla, y tres regalías del Marqués: tienda, horno y panadería, destinadas al abastecimiento de la guarnición, de las embarcaciones que llegaban al puerto y de los pescadores que acudían a temporadas.

En la segunda mitad del XVIII, se instalan las primeras familias junto a la fortaleza. Un Vecindario de Elche señalaba 15 soldados en el castillo, más un reducido grupo 26 vecinos de dicho castillo. En el censo de 1762, realizado con objetivos fiscales a propuesta del marqués de Avilés, intendente de Valencia, se declararon 34 casas al exterior de la fortaleza, con una renta anual de 748 reales de vellón.

Desde la fecha, y coincidiendo con las obras iniciadas en Nueva Tabarca, el caserío de Santa Pola experimenta un notable aumento demográfico. El censo de 1769 señala 137 personas que viven en el interior del castillo y 334 en el exterior; en total 471 habitantes agrupados en la población. En 1781 la población se componía de 870 personas, según el censo que el párroco suministró a Cavanilles. En 1770 el Marqués estableció otras tres regalías en el exterior de la fortaleza y un mesón. De esta época también data la construcción del Molino harinero de la Calera. El 5 de Marzo de 1771 acuerda el Concejo de Elche conceder el nombramiento de alcalde pedáneo a D. Juan Bautista Sevilla, hecho que implica el reconocimiento de la existencia del primer núcleo independiente del Castillo.

Las primeras actividades económicas, desarrolladas en Santa Pola durante este periodo, quedaron descritas por Cavanilles. Éstas se basaban sobre todo en: agricultura, pesca, artesanía del esparto, en especial maromas y cables para embarcaciones, explotación de las salinas y su comercialización por el puerto, único cargadero de las Reales Salinas de la Mata.

La cesión del Castillo a la Corona debe entenderse por el elevado coste que suponía al Marqués de Astorga su mantenimiento. Así, en 1784, bajo el reinado de Carlos III se incorporó al patrimonio real. Las funciones de gobierno y administración local que ostentaba el Alcalde del Castillo, recayeron en un gobernador militar con competencias jurisdiccionales. El primer gobernador de Santa Pola, nombrado para seguridad y defensa del Castillo, fue D. Vicente Martínez, vecino de Ayora, que tomó posesión del mismo, en nombre de Carlos III, el 10 de Mayo de 1786.

En 1860, bajo el reinado de Isabel II y siendo alcalde de Santa Pola D. Antonio Múrtula, el Castillo-Fortaleza pasa a propiedad municipal, con las pertinentes reformas encaminadas a que el edificio perdiera su carácter de fortaleza y convertirse en un edifico histórico para usos civiles. Así, el Castillo a lo largo de su historia ha albergado la Casa Consistorial, la Capilla, la Aduana, las escuelas públicas, el cuartel de la Guardia Civil, viviendas para vecinos de Santa Pola, ha sido sede del hospital, juzgado de paz…

Entre las reformas realizadas, la más curiosa fue la construcción de la torrecilla del reloj o «canterer», que se comenzó en 1860 sobre el muro de la puerta principal para colocar en ella el reloj.

El siglo XIX se inicia en Santa Pola con un importante acontecimiento: la creación del municipio con la constitución de Ayuntamiento propio, fruto de las leyes surgidas de las Cortes de Cádiz. También es preciso reseñar la construcción del muelle salinero, el comienzo del turismo, con la llegada de los primeros veraneantes, el aumento demográfico y el crecimiento económico, a través de la pesca, el tráfico del puerto y el contrabando marítimo.

El 11 de Octubre de 1812 se creó el primer Ayuntamiento en Santa Pola, como municipio independiente de Elche, ciudad de la que había formado parte desde tiempo inmemorial, cuando las Cortes de Cádiz promulgaron la Constitución de 1812, que en su artículo 312 decía:

"Se pondrá Ayuntamiento en los pueblos que no lo haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí o su comarca llegase a mil almas y también se les señalará término correspondiente".

El 18 de Septiembre de 1812, los vecinos eligieron su primer Ayuntamiento, previo solemne juramento de fiel observancia de la Constitución, ante la Virgen de la Asunción. El 4 de Octubre del mismo año, se congregaron los vecinos en la iglesia al repique de campana y se procedió a la elección de cargos para el nuevo Ayuntamiento: D. Gaspar Sempere de Molina fue elegido alcalde, quien tomó posesión del cargo ante D. Miguel Bonmatí, alcalde pedáneo, que cesó en el acto. El resto de la nueva corporación la formaron dos regidores y un Síndico Procurador General.

Sin embargo, la independencia municipal de Santa Pola duró muy poco, ante la disposición de Fernando VII de abolir la Constitución, lo cual trajo consigo la disolución de los Ayuntamientos constitucionales. Entre ellos se encontraba el recientemente creado en Santa Pola, que quedó sujeto otra vez a la jurisdicción del Ayuntamiento de Elche, reponiendo al alcalde pedáneo.

En Marzo de 1820, se restableció de nuevo la Constitución, abriendo así la posibilidad de reponer el nuevo Ayuntamiento. En este año Santa Pola tenía más de mil vecinos, por lo que se hallaba en el marco constitucional para tener Ayuntamiento. Así se nombraron peritos a efecto de demarcar término y una comisión para tramitar el nuevo Ayuntamiento.

A partir de la muerte de Fernando VII, la progresiva marcha hacia el liberalismo permitió recuperar los proyectos anteriores acerca de la Administración Territorial y del Gobierno Municipal. Así, en 1835, después de varios trámites por parte de los vecinos de Santa Pola, el 21 de Agosto de este mismo año, se promovió expediente ante el Gobernador, por D. José Molina y otros vecinos, a fin de que se creara Ayuntamiento en esta población y se le asignara término. La respuesta del gobierno fue la siguiente:

"En vista del oficio del Gobernador Civil de la Provincia, del 18 de los corrientes, dirigido a la Corporación (Elche), a la solicitud de D. José Molina y otros vecinos de Santa Pola, a esta Corporación no se le ofrece reparo alguno en que se forme el expresado Ayuntamiento, con arreglo a lo ordenado en el Real Decreto de 23 de Julio de 1835".

En cuanto al aumento demográfico, cabe destacar el crecimiento extraordinario que se produce a partir de 1812, un 85,9%, que se refleja en el aumento del núcleo urbano a espaldas del castillo, al que utiliza como pantalla defensiva frente a los peligros del mar. Una vez desaparecido este peligro, el mar se convierte en una fuente de recursos, que se deja sentir en la expansión urbana del municipio. El plano de 1863 nos muestra un primer intento de Plan General de Ordenación Urbana, con alineaciones viarias, apertura de calles y un gran plano de ensanche. Se abren la calle del Muelle y la calle del Mar, en dirección al puerto y a partir de aquí, calles paralelas a ambos lados.

A mediados del XIX se habilitó la rada como puerto, y se estableció en ella la aduana de Alicante.

A partir de 1860, la actividad del puerto lo sitúa en la media de los puertos provinciales, exportándose el vino como primera mercancía. Hay un gran desarrollo de la navegación de cabotaje con destino o procedente de América y de los barcos militares de pequeño tonelaje.

El aumento urbanístico de las instalaciones es muy considerable, con un crecimiento de un 75% del área edificada. Esta situación se mantiene hasta 1887. A partir de ahí se produce un cierto estancamiento, hasta 1930.

El Faro

Se halla emplazado en el extremo este del Cabo de Santa Pola, sobre una antigua torre vigía del siglo XVI, denominada Atalayola. Fue instalado en 1.858 para la orientación de los barcos que por la noche navegan por estas costas, sobre todo para los buques de la Armada, que en el año de su construcción fondeaban en la bahía de Santa Pola.

Actualmente posee un foco luminoso situado a 152 metros sobre el nivel del mar y a 15 sobre el terreno; su apariencia es FGpD (2+1)B con un período de 20”; su alcance máximo es de 16 millas y es un referente visual de gran ayuda para la navegación.

Tiene forma circular debido a que está sobre un atolón coralino fósil de 5 km de diámetro formado hace 6 millones de años. En sus proximidades se ha instalado una pasarela flotante a modo de mirador que no sobresale ni un centímetro del borde del acantilado.

Desde aquí se contempla una magnífica vista de la bahía de Santa Pola, la de Alicante y la Isla de Tabarca. En los días más claros se consigue ver al sur el Cabo Cervera e Isla Grosa y al este el Peñón de Ifach.

Mirador del Faro
En las inmediaciones del Faro de Santa Pola, antigua Torre Vigía denominada Atalayola. Panorámicas de la costa de Alicante, Cabo las Huertas hasta Isla Grossa, frente al Mar Menor.


Castillo-Fortaleza

El Castillo-Fortaleza fue construido en 1557, dentro del proyecto de defensa de las costas del Reino de Valencia, como protección y defensa de los marineros y sus familias, frente a los ataques de piratas y corsarios, hecho frecuente en nuestras costas, especialmente en los siglos XVI y XVII. Costó 23.000 ducados que fueron sufragados por el Duque de Maqueda.

Se trata de un edificio construido en piedra, de planta cuadrada con dos torreones y dos baluartes en sus ángulos, "el baluarte del rey" y "el baluarte del duque", propios del arte militar renacentista. En el interior de la muralla se hallaban las viviendas de los soldados, abiertas al interior del recinto, donde se encuentra el Patio de Armas.

La guarnición militar estaba compuesta por 33 personas y sus familias: el alcaide, un alférez, treinta soldados y un capellán, que se mantuvieron en el castillo hasta el siglo XVIII. Su objetivo principal era la defensa y protección de los marineros de Santa Pola, según rezaba una antigua lápida de mármol que aún se hallaba en el siglo XVIII colocada sobre la puerta principal del Castillo, en la que también constaba el nombre de su fundador y el año en que se hizo
B.D. CARS. D. MK. D. LO m. TNS. PHILIPPI. POTENT ml. R.. HISPANIARVM PROSALV TE. NAVTARVM ACREPvBLICE CHRln.. ARCE. VETERE. PORT• ILLICI.MVNIVIT.ANNO.1557.

Como elementos de interés destaca el aljibe, que recogía el agua de lluvia para abastecer las viviendas, el acceso principal, que ha sido restaurado recientemente, y las cañoneras, desde donde se disparaba la artillería.

Con el paso del tiempo, los usos civiles sustituyeron a los militares. El 9 de julio de 1859 el Castillo pasó a propiedad del Ayuntamiento, realizando obras de reforma, encaminadas a que el edificio perdiera su carácter de fortaleza.

Desde entonces, el recinto ha sido utilizado para el desempeño de funciones de diversa índole, convirtiéndose en sede de la Casa Consistorial, Cuartel de la Guardia Civil, Juzgado de Paz, hospital y hasta una improvisada plaza de toros.

Actualmente, el Centro Cultural Castillo-Fortaleza alberga las siguientes instalaciones: Museo del Mar, Sala Municipal de Exposiciones, Salón de Actos “Baluarte del Duque de Arcos” y

El Patio o Plaza de Armas forma parte del conjunto histórico del Castillo-Fortaleza y tiene una ubicación estratégica en Santa Pola. El Patio de Armas en sus inicios fue un recinto fortificado, con un solo acceso, fácil de defender porque la amenaza de posibles ataques llegaba por mar. También se han suscitado hechos históricos importantes: en él se concentraron los moriscos del Arrabal de Elche, cuando fueron expulsados en 1609 para salir del puerto hacia el norte de Africa, custodiados por una compañía de mosqueteros y otra de arcabuceros pertenecientes a los tercios de Nápoles y Sicilia. Otro acontecimiento histórico de relevancia fue la visita de D. Alfonso XII el 16 de marzo de 1877 en la Escuadra Real.

Teodoro Llorente, escritor valenciano, relata así su visita al Castillo: Cuando Don Alfonso entró en el recinto fortificado del Castillo antiguo de la población antigua, todas las mozas del lugar estaban alineadas en correcta formación dentro de aquella gran plaza, vestidas con sus mejores galas y llevando al hombro una hermosa palma. Con motivo de esta visita se concedió a Santa Pola el título de Villa, en presencia del Ministro de Marina y del Capitán General del Departamento Marítimo.

Durante mucho tiempo, concretamente desde 1860 en que se abrió un nuevo acceso en la muralla al este, fue una zona de libre paso, con lo que poco a poco perdió su carácter de Plaza de Armas, llegando en ocasiones a realizar en ella espectáculos taurinos.

El Baluarte del Duque de Arcos ha sido levantado de nuevo sobre la planta original, recuperada con metodología arqueológica. Suponía uno de los elementos más importantes para la defensa del Castillo, con planta en punta de flecha y vértice circular no angulado; muros inclinados en el exterior hasta dos tercios de su altura, rematados por una moldura de medio bocel en saliente, que rodea todo el recinto. 

En 1872, el Concejal D. Miguel Sempere Molina, ordenó su demolición, para con la piedra procedente de dicho baluarte, realizar las obras de la calle del Muelle y del puerto.

El proyecto actual de rehabilitación ha sido realizado por D. Juan Sempere, arquitecto. La obra y las modificaciones han sido dirigidas por el arquitecto D. Andrés Martínez Medina. El estudio arqueológico para la recuperación de la planta original lo ha llevado a cabo el equipo del Museo del Mar, bajo la dirección de Dña. Mª José Sánchez, arqueóloga municipal.

En 1998 se inició la primera fase de las obras para su reconstrucción. La segunda fase se ha llevado a cabo en el año 2000. La obra se ha realizado incorporando las más modernas técnicas y los materiales más actuales, dando como consecuencia un espacio volumétrico de ocho metros de altura interior y doce exterior, y luz cenital que proporciona una gran majestuosidad al interior del baluarte.

El Castillo-Fortaleza de Santa Pola está declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento y actualmente alberga diferentes equipamientos culturales: el Servicio de Investigación Arqueológica, el Museo del Mar con diferentes secciones sobre Arqueología, Historia de Santa Pola y La Pesca, la Sala Municipal de Exposiciones, la Capilla de la Virgen de Loreto y el Salón de Actos en el Baluarte del Duque.  





La Capilla de la Virgen de Loreto,

Es la Patrona de Santa Pola, está ubicada en el Baluarte del Rey y constituye un espacio religioso secular desde los orígenes del Castillo. De siempre es muy frecuentada por los vecinos de Santa Pola y por los visitantes.

La cultura tradicional afecta numerosos aspectos de la vida cotidiana; entre los más destacados tenemos los que refieren a la religión y a la literatura popular. Fruto de la combinación de historia y ficción, de realismo y fantasía, surgen leyendas y mitos que forjan la historia de una comunidad. Para el caso de Santa Pola, es el milagro que refiere a la llegada de su patrona, la Virgen de Loreto, la que proporciona ese contenido mágico que toda localidad se precia de tener.

Cuenta la tradición, que allá por el año 1643, en el Puerto de Santa María (Cádiz), estalló una revuelta morisca que trajo el saqueo y la destrucción de iglesias y conventos. Ante esto, María Guadalupe, una mujer muy devota que tenía una imagen de la Virgen, huyó con ella hacia el puerto y la entregó a un pescador, envuelta en un mantel, para que la pusiese a salvo. El pescador tomó la imagen y preguntó dónde debía entregarla, a lo cual contestó la mujer, que lo hiciese en el primer puerto donde amarrase.

Una vez en alta mar, el pescador descubrió la imagen y la encontró tan bonita que decidió no detenerse hasta llegar a Villajoyosa, su ciudad.

El viaje llegaba a su fin cuando se inició un fuerte temporal, que obligó al marinero a detenerse en el puerto de Santa Pola. Al pescador se le planteó la duda sobre si debía cumplir o no su promesa, ya que quería llevarse la imagen. En un principio, la ocultó, pero cada vez que intentaba salir del puerto, el mar se lo impedía; y así en tres ocasiones, hasta que por fin comprendió que la Virgen quería quedarse en Santa Pola. Hecho esto, el pescador pudo llegar a Villajoyosa sano y salvo.


Las Torres Vigía

fueron construidas en 1552, bajo el reinado de Felipe II. Están situadas estratégicamente para avistar al enemigo antes de que éste llegase a la costa y se comunicaban entre sí por medio de ahumadas de día y luminarias de noche. Son: Torre del Tamarit en las Salinas, Escaletes en la Sierra y Atalayola en el actual faro.

Su custodia estaba encomendada a cuatro atajadores: dos de a pie, que realizaban continua vigilancia, y dos a caballo, que controlaban el trayecto comprendido entre dos torres: comunicación, petición de auxilio, etc.  Tanto la Torre Escaletes como la Atalayola (actual Faro) tenían guardas de a pie, pero no a caballo, por lo que la función de enlace corría por cuenta de los dos atajadores del castillo.

La torre del Tamarit, propiedad de Bras del Port S.A., está emplazada en un lugar excepcional, en una de las lagunas del Parque Natural de las Salinas de Santa Pola, que alberga diversos ambientes: las explotaciones salineras cercanas al mar, las balsas de agua dulce permanentemente inundadas y sus áreas periféricas. La fauna y la flora se adaptan a las condiciones de humedad y de alta salinidad. Son espectaculares las concentraciones de flamencos que llegan a sumar varios millares de ejemplares. Destaca también la presencia del Tarro Blanco, la Cerceta Pardilla, la Avoceta, la Cigüeñela, el Chorlitejo Patinegro, el Charrancito o el Charrán Común.







Plaza del Calvario

El Calvario es un emblemático barrio de Santa Pola, enclavado en una de las zonas más altas de la localidad. Las familias que vivían en el Castillo se trasladaron a las viviendas sociales de la zona en el año 1967.

Esta zona destaca por la presencia de su ermita de inspiración árabe, construida a principios del siglo XX, que alberga en su interior a la Virgen de la Piedad. La ermita se encuentra al final del Calvario, destacando las 14 estaciones del “via-crucis”. En la Edad Media, era referente común de muchos municipios el disponer de un calvario con su “via-crucis”, a modo de catecismo visual. La población, para demostrar su fe, elegía un promontorio a las afueras del pueblo y en la cúspide erigía una ermita.

En las procesiones, la comitiva del “via-crucis” partía desde la Iglesia, pasaba por la plaza Mayor y se dirigía a la calle del Calvario que conducía al inicio de las estaciones. Una vez allí se rezaban los misterios y se ascendía despacio hasta llegar a la ermita.

Todo ello nos hace pensar que el Calvario se ejecutó alrededor de 1850. Aquella pequeña ermita del siglo de las epidemias cambiaría su fisonomía en los momentos de mayor fervor religioso, como los vividos por la sociedad española en la década de los 40, después de la guerra. La actual silueta data de 1944.


Mercado de Abastos

 Situado en la antigua plaza de la Iglesia, fue a mediados del s. XIX un proyecto de templo academicista.

Cuentan los cronistas sobre el templo que “cuando estaba en buena parte construido, una noche se vino abajo la bóveda, quedando en ruinas toda la obra”. Una vez superado el siniestro, las obras continuaron, volviéndose a repetir el desastre unos años más tarde. A finales del siglo XIX, un terremoto convirtió la iglesia nueva en lo que se conoció en el pueblo por la “iglesia rota” (Bonmatí, 1981).

Entre 1935 y 1938 se construyó en su lugar el actual Mercado de Abastos. El recinto alberga diferentes comercios que ofrecen productos frescos de la tierra.

Restos Arqueológicos

Portus Illicitanus
El puerto romano, denominado por los geógrafos antiguos Portus Illicitanus (S. IV d.C.) se convirtió en una auténtica ciudad cuya actividad comercial queda demostrada por los restos arqueológicos encontrados: almacenes, una factoría de salazón donde se elaboraba la salsa “garum”, una necrópolis y una lujosa villa romana construida en el siglo IV d. C. con mosaicos polícromos de estilo geométrico. 



"Casa Romana del Palmeral"

Se trata de una lujosa villa romana de carácter señorial construida en el siglo IV d.C. Presenta un patio peristilo de grandes dimensiones rodeado por un amplio corredor que da acceso a siete estancias -triclinium (comedor), oecus (salón) y cubicula (habitaciones)- decoradas con mosaicos geométricos policromos y pinturas murales.

Esta mansión debió ser la residencia de una familia rica que desarrollaba su actividad en el Portus Illicitanus. Como el resto de personas adineradas de su época, daban una gran importancia a la decoración de las habitaciones con pinturas y mosaicos utilizando materiales como el mármol, el alabastro. Para evitar la oscuridad de las noches, alumbraban la casa con lámparas de aceite (candiles de barro o de bronce). Debido a su sentido religioso, en la vivienda destinaban un lugar sagrado donde rendir culto a los dioses, sobre todo a Venus, diosa protectora de los marineros



Aljibes

Los aljibes del Massapà fueron construidos en el siglo XVIII para abastecer de agua a los habitantes de Santa Pola. Se trata de unos depósitos destinados a guardar agua potable procedente de la lluvia, conducida a través de canalizaciones procedente de laderas rocosas de la Sierra,.

El aumento de la población, motivado por la riqueza creada por la sal y la pesca, hizo necesario dotar a la villa de abastecimiento de agua de lluvia,  almacenada  en depósitos subterráneos para  venderla posteriormente por las calles en tinajas transportadas por carros.

En la Edad Moderna, con la expansión de los cultivos cerealísticos de secano propiciados por los repobladores y el posterior aumento demográfico, que obligaba a colonizar espacios baldíos y alejados de las fuentes, el aljibe se extendió por todo el territorio.

En la primera mitad del s. XX, todos los aljibes estaban en funcionamiento. A partir de los años 40, en la posguerra, la elevada emigración conllevó el abandono de la agricultura y la desaparición de la cultura hidráulica tradicional.


Arquitectura Militar

A finales del siglo XIX fueron construidos dos grandes asentamientos descubiertos para artillería de costa en el cabo de Santa Pola, con la finalidad de proteger dicha zona de la posible invasión de tropas extranjeras, además de como medida preventiva.

Posteriormente, en el año 1938, se mandó fortificar las líneas de frentes previstas y proteger los puertos. Por ello se construyeron en la sierra y en la costa de Santa Pola distintos tipos de fortificaciones (Bunkers, nidos de ametralladoras y trincheras, baterías antiaéreas…) y viviendas para soldados. Podemos encontrar estas construcciones militares desde la zona del Clot de Galvany hasta la playa de La Gola.

Respecto a los emplazamientos artilleros propiamente dichos hay que distinguir entre los antiaéreos y los de costa, que son dos: gemelos, circulares, con un radio de unos 6 m y rampa de acceso. Además existe otro emplazamiento inacabado en la zona exterior del Faro.





Puerto pesquero







Embarcadero

En la playa de la Gola encontramos el embarcadero de las Salinas Bras del Port, cuya construcción fue solicitada por Don Alfonso Llorens Ceriola en 1896 al Ministerio de Fomento para exportar la sal que producían las salinas. El embarcadero original fue construido con una plataforma de madera y unos pilares de hierro fundido que se hundían en la arena.

Las vagonetas “decauville” cargadas de sal se desplazaban sobre raíles y eran arrastradas por animales de tiro (bueyes) desde las montañas de sal hasta el extremo del embarcadero, donde se descargaba la sal sobre las gabarras mediante un sistema de volcado.

Las gabarras no disponían de remos u otros medios de propulsión, y se aproximaban mediante cuerdas a los buques anclados en la bahía, allí mediante una cadena humana y capazo a capazo se trasladaba la sal abordo, y de nuevo volvían a la orilla para continuar con este proceso.

Este sistema de embarque de la sal se utilizó hasta principios de los años setenta, y a partir de esta fecha comenzó a realizarse en el Puerto de Santa Pola.

Durante la Guerra Civil, el embarcadero fue un lugar estratégico. Algunos búnkers o construcciones defensivas que aún se conservan en los alrededores son testigo de la defensa de la posición que hicieron los milicianos republicanos durante la guerra civil española.

Ruta del Pinet

Este itinerario se localiza en la zona sureste del Parque, donde podemos observar algunos de sus ambientes más representativos: el saladar y el ecosistema dunar.

Se inicia en las antiguas balsas salineras, hoy en desuso, que todavía mantienen el circuito del agua, conservando así su gran riqueza biológica. Siguiendo un estrecho sendero entre sus orillas en paralelo a las dunas y la línea de playa, podremos observar a nuestra izquierda una abundante concentración de aves: flamencos, avocetas, cigüeñuelas, garcetas comunes, archibebes, chorlitejos, agujas colinegras, charrancitos...

Desde este punto volvemos al principio del itinerario a través de la primera línea de dunas, disfrutando de una agradable vista panorámica con el mar como telón de fondo. Desde aquí podemos contemplar el cabo de Santa Pola con la ciudad a sus pies, la isla de Tabarca, la desembocadura del río Segura y toda la línea de costa hasta cabo Cervera en Torrevieja.










Ruta playa el Tamarit

Es una zona totalmente llana con dos ambientes diferenciados de gran valor como son el saladar y la playa. Se encuentra entre el mar y la N-332, con un itinerario que recorre las montañas de sal hasta llegar al canal de desagüe de las salinas de Braç del Port.

Durante todo el recorrido se disfruta de una amplia vista panorámica: el cabo de Santa Pola, las sierras de Elche y Crevillent, el Maigmó, la sierra de Callosa, la sierra del Molar, la isla de Tabarca y toda la línea de playa hasta cabo Cervera en Torrevieja.

















No hay comentarios:

Publicar un comentario